miércoles, 19 de octubre de 2011

Botella


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Mientras “Pilla Pilla Por Castilla” se ocupa de pastorear a las mentes más brillantes de la humanidad en el Palacio de los Deportes, Rajoy anda con el candil de Diógenes buscando a las mentes más brillantes del PP para ir a recoger la herencia de Zapatero. Entre esas mentes brillantes figura Gallardón, que todo indica que será ministro, y de los gordos. “Cuando un gallego se arriesga a ir a Madrid”, decía Julio Camba, “es con el propósito firme de llegar a ministro. Cualquier otro cargo inferior a éste no le compensaría de las fatigas del viaje...” Rajoy, que es gallego, va a llegar a jefe de gobierno, y Gallardón, que es madrileño, se contentará con llegar a ministro, dejando la Alcaldía, ya libre de cargas franquistas, como los maceros y la vara, en manos de Ana Botella, cuyo atractivo mayor en política es el odio consorte que le profesa la izquierdona. No la conozco. La tuve de vecina cuatro años: ella en su concejalía de los pobres, y yo en mi casa, que tampoco es para muy ricos. Nos separaba una charca perpetua y tan rica en flora y fauna como el lago Victoria. Tengo la impresión de que se alimentaba de bayas, pues cada día, a la hora del almuerzo, cruzaba la calle, bordeando la charca como Katharine Houghton Hepburn en “La reina de África”, para adquirir su alimento en una frutería con precios de joyería. Luego, de concejala de pobres mudose a concejala de humos, y ahí se quedó la charca. También la recuerdo algo de cuando en los telediarios de Telecinco leía un papel político, pero inofensivo. El odio progresista que suscita se debe, pues, a su coyunda matrimonial con Aznar, el hombre de las seiscientas flexiones. Es decir, que ofrece muchos blancos a los francotiradores del “agit-prop” de una capital que Tierno, por su nefasta gestión municipal (reducida a pasearse, como Clouseau, con dos loros al hombro: Umbral y Ramoncín), entregó a la derecha para no se sabe cuántas mayorías absolutas.

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