Por Ernest Hemingway
(Del Torono Star Weekly, 27 de 0ctubre de 1923)
En Pamplona, ciudad asoleada de blancos muros, situada en las estribaciones de los Pirineos, se celebran todos los años durante la primera quincena de julio las corridas de toros más importantes.
Allí concurren los aficionados a los toros de toda España. Los hoteles duplican sus precios y es difícil encontrar alojamiento. Los cafés tienen llenas de gente sus mesas, puestas bajo los amplios portales que rodean la plaza de la Constitución, y en cada una de ellas se ven el típico sombrero cordobés, la oscura boina navarra y vasca y el sombrero de paja madrileño...
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(Del Torono Star Weekly, 27 de 0ctubre de 1923)
En Pamplona, ciudad asoleada de blancos muros, situada en las estribaciones de los Pirineos, se celebran todos los años durante la primera quincena de julio las corridas de toros más importantes.
Allí concurren los aficionados a los toros de toda España. Los hoteles duplican sus precios y es difícil encontrar alojamiento. Los cafés tienen llenas de gente sus mesas, puestas bajo los amplios portales que rodean la plaza de la Constitución, y en cada una de ellas se ven el típico sombrero cordobés, la oscura boina navarra y vasca y el sombrero de paja madrileño...
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