El beso de un asesino
MUERTA A PUÑALADAS
MUERTA A PUÑALADAS
-¡Soledad! ¡Lo que he hecho!... -exclamó el asesino con angustioso acento, dando un beso apasionado a su ex amante al verla caer al suelo ensangrentada, víctima del puñal que tres veces consecutivas la sepultara en el pecho.
Pero reponiéndose bien pronto de este sentimental transporte, echó a correr para esquivar la acción de la justicia, no pudiendo conseguirlo porque varios transeúntes que le habían visto asestar las puñaladas se abalanzaron sobre él y le detuvieron, ayudados por un guardia de seguridad que bajaba en un tranvía de la ronda de Valencia, lugar del suceso, y que se vio obligado a desenvainar el sable para reducir al forajido, quien trataba de defender su libertad con la misma arma con que había cometido el crimen.
He aquí cómo se desarrolló y por qué causa este sangriento drama, que acababa de tener un trágico y sentimental epílogo.
José Cuesta Gómez, de treinta y tres años, electricista, mantuvo relaciones ilícitas durante bastante tiempo con Soledad Carot Tirado, sastra de oficio y joven en extremo agraciada.
Efecto del carácter irascible de aquél, todos los días surgían entre los amantes desavenencias, que terminaban en escándalos mayúsculos, los cuales hicieron muchas veces necesaria la intervención de los vecinos y algunas la de la autoridad, siendo causa de que los caseros los arrojasen de sus fincas, por lo que tenían que cambiar frecuentemente de domicilio.
Con la irritabilidad y el desvío del electricista, contrastaba la humildad y el cariño de la sastra, cada día más enamorada y más solícita, a pesar de los malos tratos de que era objeto.
Los vecinos teníanla verdadera conmiseración, pues era una mártir.
Soledad, viendo la imposibilidad de atraer a Cuesta ni por el cariño, ni aun por la lástima, decidió separarse de él, y se fue a vivir nuevamente con su madre y hermanos a la calle del Oso, número 7.
Por aquella época mataron en el 9 a una muchacha, y el electricista, al saberlo, escribió a Soledad una carta, diciéndole que ella iba a ser la segunda víctima de la calle.
A pesar de la separación, los antiguos amantes tenían frecuentes entrevistas, buscadas la mayor parte por José, y en las cuales éste le proponía con tonos violentos la renovación de sus relaciones.
Ayer mañana presentose en casa de Soledad, que se hallaba cosiendo, y no consiguió de ella que lo acompañase a la calle.
Hablaron breve rato a la puerta de la casa, y muy despacito y cada vez disputando José con mayor violencia, hasta el punto de llamar la atención de los transeúntes, llegaron por la calle del Mesón de Paredes a la esquina de la ronda de Valencia, donde ya el electricista, perdida la calma ante las negativas de Soledad y trémulo de coraje, sacó un cuchillo con el que asestó tres golpes a su ex amante, uno de ellos en el corazón, que dio con la infeliz muchacha en tierra, sin que pudiera más que balbucir la palabra "¡asesino!"
Entonces se desarrolló el sentimental epílogo que encabeza estas líneas, entonces el criminal dio a su víctima el beso y emprendió la fuga, tratando inútilmente de ponerse en franquía.
Trasladada la infortunada Soledad en una silla a la Casa de socorro, dejó de existir cuando los médicos de guardia se disponían a practicarle la primera cura.
El cuchillo había penetrado por encima del corsé, seccionándole el corazón.
La pobre Soledad no pudo declarar nada.
Su madre, que fue avisada de lo ocurrido por un muchacho, acudió presurosa a la Casa de socorro, desarrollándose una tristísima escena.
El criminal, al ser presentado al juez y después de confesar su delito, opuso como toda excusa estas palabras:
-Me ha levantado la voz, y como tengo el genio muy fuerte, no consiento que me chillen.
Camino de la cárcel iba con la cabeza erguida y el andar arrogante, como satisfecho de su obra.
Pero reponiéndose bien pronto de este sentimental transporte, echó a correr para esquivar la acción de la justicia, no pudiendo conseguirlo porque varios transeúntes que le habían visto asestar las puñaladas se abalanzaron sobre él y le detuvieron, ayudados por un guardia de seguridad que bajaba en un tranvía de la ronda de Valencia, lugar del suceso, y que se vio obligado a desenvainar el sable para reducir al forajido, quien trataba de defender su libertad con la misma arma con que había cometido el crimen.
He aquí cómo se desarrolló y por qué causa este sangriento drama, que acababa de tener un trágico y sentimental epílogo.
José Cuesta Gómez, de treinta y tres años, electricista, mantuvo relaciones ilícitas durante bastante tiempo con Soledad Carot Tirado, sastra de oficio y joven en extremo agraciada.
Efecto del carácter irascible de aquél, todos los días surgían entre los amantes desavenencias, que terminaban en escándalos mayúsculos, los cuales hicieron muchas veces necesaria la intervención de los vecinos y algunas la de la autoridad, siendo causa de que los caseros los arrojasen de sus fincas, por lo que tenían que cambiar frecuentemente de domicilio.
Con la irritabilidad y el desvío del electricista, contrastaba la humildad y el cariño de la sastra, cada día más enamorada y más solícita, a pesar de los malos tratos de que era objeto.
Los vecinos teníanla verdadera conmiseración, pues era una mártir.
Soledad, viendo la imposibilidad de atraer a Cuesta ni por el cariño, ni aun por la lástima, decidió separarse de él, y se fue a vivir nuevamente con su madre y hermanos a la calle del Oso, número 7.
Por aquella época mataron en el 9 a una muchacha, y el electricista, al saberlo, escribió a Soledad una carta, diciéndole que ella iba a ser la segunda víctima de la calle.
A pesar de la separación, los antiguos amantes tenían frecuentes entrevistas, buscadas la mayor parte por José, y en las cuales éste le proponía con tonos violentos la renovación de sus relaciones.
Ayer mañana presentose en casa de Soledad, que se hallaba cosiendo, y no consiguió de ella que lo acompañase a la calle.
Hablaron breve rato a la puerta de la casa, y muy despacito y cada vez disputando José con mayor violencia, hasta el punto de llamar la atención de los transeúntes, llegaron por la calle del Mesón de Paredes a la esquina de la ronda de Valencia, donde ya el electricista, perdida la calma ante las negativas de Soledad y trémulo de coraje, sacó un cuchillo con el que asestó tres golpes a su ex amante, uno de ellos en el corazón, que dio con la infeliz muchacha en tierra, sin que pudiera más que balbucir la palabra "¡asesino!"
Entonces se desarrolló el sentimental epílogo que encabeza estas líneas, entonces el criminal dio a su víctima el beso y emprendió la fuga, tratando inútilmente de ponerse en franquía.
Trasladada la infortunada Soledad en una silla a la Casa de socorro, dejó de existir cuando los médicos de guardia se disponían a practicarle la primera cura.
El cuchillo había penetrado por encima del corsé, seccionándole el corazón.
La pobre Soledad no pudo declarar nada.
Su madre, que fue avisada de lo ocurrido por un muchacho, acudió presurosa a la Casa de socorro, desarrollándose una tristísima escena.
El criminal, al ser presentado al juez y después de confesar su delito, opuso como toda excusa estas palabras:
-Me ha levantado la voz, y como tengo el genio muy fuerte, no consiento que me chillen.
Camino de la cárcel iba con la cabeza erguida y el andar arrogante, como satisfecho de su obra.
...7 de Julio de 1901