Vender vi en una feria
de ciervo un cuernecito,
con su engaste de plata
asaz mono y pulido.
Pedí al platero el precio,
y él, liberal y fino,
por lo que quise darle,
darle sin tardar quiso.
Cogíle, y a mi casa
llevé el dije conmigo,
y a mi mujer le ruego
le acepte por ser lindo.
Ella exclamó riendo:
-¡Válgame Dios, marido!
¿Quién compra lo que tiene
de sobra en su recinto?
Si de vender hubieras
de aquestos dijecillos,
no bastara una Lonja
ni un pueblo a consumirlos.
J. IGLESIAS
de ciervo un cuernecito,
con su engaste de plata
asaz mono y pulido.
Pedí al platero el precio,
y él, liberal y fino,
por lo que quise darle,
darle sin tardar quiso.
Cogíle, y a mi casa
llevé el dije conmigo,
y a mi mujer le ruego
le acepte por ser lindo.
Ella exclamó riendo:
-¡Válgame Dios, marido!
¿Quién compra lo que tiene
de sobra en su recinto?
Si de vender hubieras
de aquestos dijecillos,
no bastara una Lonja
ni un pueblo a consumirlos.
J. IGLESIAS