lunes, 10 de julio de 2023

Segunda corrida de Julio. Toros de Sorando (nada que ver con los de Chopera), minuto de silencio, turistas, verónicas de pegolete y un puyazo de Almodóvar trasero y de poca monta. Crónica de Márquez

 


 Bonifacio

 

José Ramón Márquez

 

Segunda corrida de toros del julio madrileño con toros de Román Sorando que nos llevan al recuerdo de aquellos Román Sorando de cuando Chopera, hace ya mucho. Aquéllos eran los Sorando de procedencia Clairac y estos de hoy ya son de procedencia “elimimando lo anterior”, es decir Clairac, y subiéndonos al tren de la juampedrería, para que nadie se quede sin ver las mil y una derivaciones que pueden obtenerse del virus de la juampedritis tras pasar por decenas, centenares de manoseos ganaderos. Que Dios les perdone, pero como el ganado es suyo, como si lo quieren cruzar con el charolais.


Antes del inicio de la corrida las habituales psicofonías de Las Ventas claman a los cuatro vientos desde los altavoces que:


-Sfghessttt tsmmmnlsa grssssdará pst grmsdtg jmnennn Barrgrridsts.


Un anciano nos lo aclara:


-Es un minuto de silencio por Víctor Barrio.


-Pero ése ya hace mucho que murió, ¿no?

 
-Es que hoy es el aniversario


-¡Ah!


Vaya usted a saber a quién se le ocurrió eso y con qué justificación, pero ahí tenemos a la terna a pie firme en los 42 segundos de silencio de marras, y a los extranjeros que componían la mayor parte de la entrada, sin enterarse si eso se hacía siempre o qué cosa era aquéllo. A saber cómo lo explicarán en sus países de origen.


Bueno, pues con un lleno en los burladeros del callejón, propio de los grandes días de figuras de San Isidro, sale Carcelero, número 3, con la divisa que tiene los colores de la bandera de Guinea y que es el toro con el que va a confirmar su alternativa Ernesto Javier Tapia “Calita”, de Nahuacalpán (Méjico). El toro, negro y ligeramente chorreado, canta en seguida sus bondades. No en el torpe saludo capotero de Calita, sino en las dos entradas al penco de Israel de Pedro, con alegría y buen son, más en cercanía la primera vara y a mayor distancia la segunda. El varilarguero señala dos buenos puyazos, no se ceba en el castigo y tampoco se dedica a tapar la salida del toro. Canta un poco la gallina el animal con los tristes bramidos que se pegó en banderillas y acudió con alegría al capote de Julián Gómez Carpio que, elegantemente vestido de negro y azabache, se lo llevó a una mano al burladero del 6 donde el sol hacía brillar su elegante terno.


La cosa a partir de aquí ya entró en lo de todos los días, con la variante de que Calita se dedicaba a meter unos tremendos berridos, un mantra, un harekrisna incesante: “¡Vente toro, eeehhhheehh!” y así una y otra vez. Un mareo oírle. El toro tiene buenas condiciones y se le puede torear en distancia, pero Calita ha venido a dar sus berridos y a presentar un toreo muy pueblerino, muy poco depurado y bastante ayuno de cualquier verdad. El público le jaleó sin saber qué hacían. Termina con Carcelero de estocada desprendida y muy mal ejecutada, de rápido efecto, y unas decenas de inconscientes piden la oreja que don Ignacio Sanjuán deniega con buen criterio.


Su segundo fue Notario, número 45, el cinqueño de 600 kilos de la báscula venteña, cuya presencia y su gordo morrillo como de cebú fue saludada con palmas a su salida. Otra torpe interpretación del toreo de capa por parte de Calita, y ya es rearo que siendo mejicano no sea más versado en la cosa del percal, y ya tenemos a Pepe Aguado aguatando y sujetando  el ímpetu de la primera acometida del toro y bajando el listón en una segunda vara trasera en la que no castiga al bicho. De banderillas destacaremos a Roque Vega, tan recogidito él, de un elegante azul marino y azabache, que dejó dos perfectos pares de peón eficaz. La faena de Calita se vuelve a iniciar con sus gritos de “¡Vente toro!” y al sexto el toro le arrebata la muleta de la mano.  Como el trasteo es de tan poco interés, le contamos 19 “ventetoro” y varios bramidos guturales mientras desgrana su torpe tauromaquia de ventaja, de mala colocación y de falta de gusto. Cobra una nueva estocada baja en la suerte contraria y de espantosa ejecución. Aunque hay inconscientes que le piden la oreja, el Presidente se mantiene firme y no la concede. Bien por él.


Atlético, número 24, es el primero del lote del limeño Joaquín Galdós. Sin nada reseñable en el inicio pasamos a la jurisdicción de Romualdo Almodóvar que agarra la vara con el que va a pescar un marlin en las aguas de las Bahamas y cosecha un marronazo de los que escuecen. En la segunda entrada, el toro acude de largo y, aunque en el momento de la reunión el caballo suelta una coz con ambas patas, Almodóvar agarra un puyazo trasero y de poca monta, si vale la expresión. La faena se inicia andando, sacando al toro hacia afuera y dejando dos trincheras de buen trazo. Luego Galdós se equivoca con la distancia o no quiere ver la que el toro le muestra y tampoco se compromete, en un torero muy por afuera, despegado y tirando abusivamente del pico. Liga dos derechazos la única vez que se queda en el sitio y luego lo intenta por naturales sin éxito. Faena larga y sin sustancia que acaba con la parroquia tocándole palmas de tango. Pinchazo en la suerte natural echándose fuera, otro igual pero en la contraria, otro idéntico al anterior, un aviso, otro pinchazo echándose fuera en la suerte contraria y, finalmente, un bajonazo a capón en la suerte contraria es su balance toricida.


Gracioso, número 15 es el segundo de Galdós, que de gracia la justa por lo mansurrón, soso y blandengue del bicho. En varas, Ángel Rivas le pega tapando la salida y, como el que hace un cesto hace ciento, en la segunda hace lo mismo sin pena ni gloria. Un par de pares de banderillas de Gómez Escorial y en seguida una faena innecesaria entre las rayas, un campeonato de sosería entre el toro y el torero. Cobra Galdós un pinchazo hondo y bajo de colocación en la suerte contraria y rápidamente se va a por el descabello, que matar a estoque no es lo suyo.


Solitario, con el número 8, fue el primero del onubense David de Miranda. La primera de las varas que le recetó Francisco Félix la tomó al relance. FF se agarró arriba y no castigó. El toro canta su condición blanda y en el segundo vis-a-vis se lleva un lanzazo trasero en el lomo, para que espabile. En banderillas Fernando Pereira deja las suyas en el suelo y Fernando Sánchez, con su peculiar estilo, deja un sobrio par en el que da ventajas al toro, colocando los hermosos colores de la bandera de España en la negra piel de Solitario. Pereira en su segunda pasada deja un de sobaquillo, y gracias. El inicio de la faena es tan anodino como será todo el conjunto de la labor de David de Miranda, un compendio de sosería bovina y humana que no levanta vuelo. El diestro va acercando posiciones al toro y buscando cercanías y el toro acude a los cites como hastiado lo mismo por la derecha que por la izquierda. Mucha galvana la de Solitario. Cobra el torero un pinchazo en la suerte natural y un bajonazo echándose fuera en la suerte contraria.


Y de postre, Reincorporado, número 46, negro. El otro buen toro de la tarde, junto con el primero. Primero anda remiso en salir y anda por la Plaza mirando todo y sin atender a cites y luego ya se emplea lo suyo en unas verónicas de pegolete. Le cuesta ir al caballo y cuando lo hace es un arreón empujando con fuerza, saliendo suelto. A la segunda vara también le cuesta arrancarse y luego lo hace con alegría y empujando hasta que se desengaña. Anda muy suelto y a su aire por las Plaza. Las banderillas pasan sin pena ni gloria y David de Miranda cita al toro desde los medios para dar dos pases cambiados por la espalda, quitándose, y luego seguir en un trasteo a menos despegadísimo, muy ventajista y muy por debajo del toro con ese incesante abuso del pico y de la descolocación. Toda la faena por afuera, y de postre el innecesario arrimón y de guinda las manoletinas cuando ya nadie le hacía caso. Se le va el toro, al que tumba de un bajonazo algo trasero en la suerte natural. Le tocan un aviso y luego se da él una vuelta al ruedo porque le da la gana mientras huimos de Las Ventas buscando un búcaro de agua fresca.

 

 


 El desierto venteño