martes, 11 de julio de 2023

Sémper desencadenado

 

 

Esperanza Ruiz

 

De él dice Isabel Díaz Ayuso que es el político más guapo del Partido Popular. A mí me recuerda a Bradley Cooper, con quien comparte generación. Y no porque Borja Sémper se me antoje atractivo, sino porque siempre parece estar a punto de surrurarte al oído aquello de Shallow: «Dime algo, nena, ¿eres feliz en este mundo moderno? O necesitas más…consenso?»

Es lo único que hace vibrar al portavoz de la campaña de los populares. Comentaba en una reciente entrevista respecto de la negativa de Vox a asumir la consigna ideológica de la violencia de género, que él sabía que la violencia machista existía porque era un consenso social. Sémper midriático, arrobado, contenido en su euforia, alzándose como Lázaro de su tumba, reanimado, con un motivo por el que vivir. Han cantado consenso.

Sin embargo, poco dura la alegría en casa del moderado. Inmediatamente sintió la caída libre de su hallazgo en el abismo progresista, la dilución de su genialidad en el océano de indigencia intelectual de un ministerio de Igualdad cualquiera. No se dio por vencido. El consenso bien vale el arrojo, la pasión, unas mejillas encendidas, unos gestos contundentes, una matización a tiempo. «Es una realidad empírica, demostrada, ¡científica! No lo vamos a aceptar», concluía, dedito en alto, en un ejercicio de severidad bizcochable.

Opinaba también que un sector importante de los votantes de Vox no está radicalizado. Pero en esas contradicciones tan suyas —tan semperianas—, tan aburridas, como el azul pastel de la camisa que elige para contrastar su bronceado de surfero en Mundaca, también advertía que no podemos pasar del extremismo de Podemos al de Vox.  

Vestido de consultor, desabrochado el botón de canallita (pero poco), Sémper, liberal de Valdemarín, no hace concesiones al carisma, se mueve mejor en el razonamiento perezoso y agosteño, pegajoso. Los nuevos tiempos no están hechos para el ¡programa, programa, programa! de Anguita. Quién quiere la crispación que genera exigir responsabilidad, ideas y compromiso cuando el consenso socialdemócrata te libra de insultos, de tensión espiritual y de marginalidades...


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