Michael Josselson
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con la
primavera, a derecha y a izquierda, que entre nosotros son lo mismo,
granan los manifiestos, y no se explica tanta tontuna.
Es la socialdemocracia, ese trasto viejo que nos dejó la CIA.
Desde la
Revolución francesa, con su terror jacobino, su corrupción directorial y
su militronchismo corso, Europa no ha hecho sino amontonar mentiras, y
hoy, vista desde aquí arriba, cualquier verdad es un vértigo.
Todas las
mentiras, jibarizadas, cupieron en la gran matrioska de la mentira
elaborada en el 45 para vender que en Italia el fascismo fue una
opereta, que en Alemania los nazis fueron cuatro drogadictos (¡de
Nuremberg salió vivo Albert Speer!), que en Francia la
Resistencia fue unánime y que en España el general murió por falta de
aire en el asedio de las masas antifranquistas con paga del 18 de julio.
Para hacer frente a la guerra cultural (cultura es aquí el nombre ideológico de la mentira) de la Komintern de Willi Münzenberg, la CIA creó el Congreso por la Libertad Cultural de Michael Josselson,
un plan de engorde para la “intelectualidá” occidental, con muchos ex
de Münzemberg expertos en buena propaganda, aquélla en la que el tonto
se mueve en la dirección inducida por impulsos que a él le parecen
propios. Las listas de los sobrecogedores tienen más gracia que las de
Panamá.
–Y ahora, conectamos en directo con la guerra fría de la cultura –era un gag de la BBC.
Este Plan
Marshall cultural se dirigía al hombre progresista “en perpetuo temblor
de la culpa” ante el verdadero hombre comunista. A cambio de los
dólares, la CIA pedía postureo de tolerancia moral (diálogo, paz) y
equidistancia ideológica entre Urss y América, es decir, la
socialdemocracia.
Como el sol de Jardiel a su eclipse, España llegó a la
socialdemocracia tarde, en el 77, pero se puso al frente de la
manifestación que ahora encabezan Snchz y Rivera, Pili y Mili de un relativismo cultural que iguala a Velázquez con Argüello, el Muelle grafitero con calle en Madrid.
[Publicado en Abril de 2016]