martes, 25 de julio de 2023

Voluntad de noche


Tucker Carlson y Mike Pence

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Con un “Análisis espectral de la estupidez” encabezó Sloterdijk un excurso de su exitosa “Crítica de la razón cínica”, sobre una cita de Charles Richet: “Somos tanto más estúpidos en nuestras acciones cuanto menos ignorantes somos”.


    Richet, ilustrado y racista (valga la redundancia), teoriza la estupidez tras la experiencia de la primera guerra mundial, por lo que el cinismo surge en su ensayo como “una manera de luto” ante una sociedad humana “incapaz de comprender la guerra como una estupidez cardinal”. Después de eso, el “Homo sapiens” del sistema linneano es sustituido por el “Homo stultus”. Los animales, dice, siguen siendo, con mucho, más listos: un mono puede aprender a jugar al críquet como los ingleses; pero el hombre no comprende que la paz es preferible a la guerra.


    –Y cuanto más se está dotado de inteligencia tanto más inclinado estará uno a ahogarse en un mar de estupidez.


    A las tesis de Richet une Sloterdijk los aforismos del psiquiatra Ernst Weiss: allí donde Richet citaba el “mundus vult decipi” (el mundo quiere ser engañado), Weis tira de Nietzsche y su “voluntad de noche”, entendida como tendencia general regresiva (“de apagar la luz, de tumbarse, de estupidez”), y ésta es, concluye Sloterdijk, la que tiene que tener en consideración el psicólogo de masas cuando quiera hablar de fascismo. Y aclara Weis:


    –A los ojos de los tontos, Dios también lo es. El pueblo quiere un dios tonto. Un dios que entendiera la química y la teoría de la relatividad no le gustaría. Lutero decía: “Deus stultissimus”. La frase podría ser de Hitler, si éste hubiera sabido latín.


    Regresé a estas páginas al ver el espectáculo de Tucker Carlson presentando el “casting” republicano de candidatos a la Casa Blanca. Carlson es el eco de un periodismo extinguido, basado en la hoy inexistente libertad de expresión entendida como la concurrencia de todas las opiniones para, en el contraste, dar con la verdadera.


    –Nadie es castigado por mentir –explicó Carlson a su audiencia–. Las personas sólo son castigadas por decir la verdad. Cuando algo es claramente falso, no representa una amenaza para nadie. Lo que da miedo y provoca una respuesta son las cosas verdaderas. ¿Qué delitos se castigan? Los de pensamiento. Pensar cosas equivocadas, tener creencias equivocadas, decir palabras desaprobadas. Y esas palabras siempre son ciertas. Siempre son verdad.


    Contrastados con la inteligente independencia de un periodista (tiene pinta de ser el último), todos los políticos se desempeñaron en el plató como profesionales de la estupidez, plenos de “voluntad de noche”, lo que nos hace pensar que la gran democracia americana ha sido reducida a una tramoya de máscaras que no nos dejan ver al director.


    –En tiempos oscuros, el ojo empieza a ver –justifica Biden la vuelta a sus exquisitas bombas de racimo.

 

[Martes, 18 de Julio]