Max Stirner
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Leo que Feijoo, jefe de un partido estatal (como todos los partidos en Europa), pidió al jefe de un medio audiovisual privado (lo que eso signifique en España) que no invitara al jefe de otro partido estatal de la competencia. Esto es lo que Cela llamaba arrimar el ascua a tu sardina y mear, de paso, en la hoguera del vecino. ¿Es esto liberalismo? Como no soy votante, puedo contemplar sin prejuicios el asunto.
Feijoo, que no parece hombre de letras (sitúa a Orwell escribiendo “su distopía” en el año de la caída de Cortázar y Capote), se ve aquí como el Séneca de Pemán en “El Séneca y la competencia”, artículo sobre la velocidad de los tiempos: antes, escribe Pemán, la Geografía era cosa de libros gordos y solemnes; ahora, como las bodas o primeras piedras, es cosa de revistas:
–Las nuevas fronteras de Ucrania es telegrama de última hora. Si se pone uno a escribir un libro sobre este asunto, cuando logra encontrar papel y terminar el libro, ya Ucrania tiene otras fronteras.
De este discurrir atropellado del tiempo el Séneca culpa a la carrera desbocada de competencias que corre el mundo. En una carrera, con lo que corren veinte caballos, todos juntos, para ganar un Gran Premio en Madrid, dando vueltas a una misma pista, podría llegarse hasta Bilbao, si, en vez, corrieran unos detrás de otros en línea recta.
–Eso mismo pasaría en el mundo, si los hombres, en vez de pensar tanto en la competencia, se pusieran en fila. La competencia es el afán de la pelea por la pelea. ¡Señor, si ocurre hasta en la guerra!
Pero ir contra la competencia, como el Séneca de Pemán y el Feijoo del PP, es ir contra la igualdad, “porque la igualdad no es más que la libre competencia”, razona, divertido, Stirner, chinche de Marx y Engels, que no pudieron con él. El sarcasmo viene luego: “Bajo el régimen de la competencia y el liberalismo, el Estado se limita a otorgar patentes. Pero la ‘libre competencia’, ¿es, de verdad, realmente ‘libre’? ¿Es siquiera una ‘competencia’, es decir, un concurso entre las personas? ¿Puede decirse que la competencia es ‘libre’ cuando el Estado se ingenió en restringirla de mil maneras?” Stirner, a quien Ortega urraqueó “la circunstancia”, tiene sin dormir al jefe del medio audiovisual privado (lo que eso signifique en España) al que Feijoo habría llamado.
Vale, libre competencia, no. ¿Y libre pensamiento? Tampoco. Lo avisó Muray: “Esa libertad desaparecerá el día en que se considere demostrado que toda libertad individual tiene efectos colectivos nocivos”:
–Habíamos olvidado que la felicidad pública se compone sólo de elementos de felicidad individual. Y se mataba la felicidad individual para crear la felicidad pública –decía extrañado el diputado Courtois en su “Informe de la Comisión encargada del examen de los papeles de Robespierre” en 1795.
Ese día lo tenemos delante.
[Viernes, 30 de Junio]