Azorín
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Iceta parece el Don Julián de Goytisolo en una comedia de Saza. Tras de leerse la Constitución del 78, cosa que no ha hecho ninguno de nuestros constitucionalistas profesionales, dice haber encontrado en ella lo menos ocho naciones, tres más que los Cinco Reinos de España acuñados por Menéndez Pidal, lo cual, más que un caballo, es el Séptimo de Caballería de Troya alojado en una Constitución que pone las Partes por delante del Todo (ni Abril ni Guerra eran lectores de Aristóteles), y todo para que Iceta pudiera hablar hoy de una nación de naciones.
–Las he contado. Según los Estatutos de Autonomía, son ocho naciones,
y si sumamos el preámbulo de Navarra, nueve. Los Estatutos de Galicia,
Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña
dicen que son nacionalidades históricas.
¿Qué es una nación? La socialdemocracia supone acabar con las
definiciones, y España es Europa y Europa, ay, es una socialdemocracia
en ruinas.
Nación de naciones es lo que en el 18, y en elogio del federalismo americano, dijo Azorín (“¿De qué manera esta nación o federación de naciones se ha determinado a intervenir en los asuntos de Europa?”), seguramente inspirado en Walt Whitman (“Here is not merely a nation but a teeming nation of nations…”), pero lo suyo era un mero recurso literario, sin ánimo de influir en la “Teoría de la Constitución” con que una década después fundaría Schmitt la ciencia constitucional.
A Azorín le ha ocurrido con la nación de naciones lo que al gallo de Esculapio con Critón en el cuento de Clarín,
con la atenuante, en el caso de Critón, de que estamos ante un tonto,
mientras que en el caso de la metáfora de Azorín sólo hay jetas. En el
cuento de Clarín, cuando los discípulos del maestro se disponen a
cumplir el encargo, el gallo les recuerda que en Sócrates todo es ironía, mas el “mermao” de Critón pega una pedrada al gallo, que cae cantando:
–¡Quiquiriquí! Cúmplase el destino. Hágase en mí según la voluntad de los imbéciles.