sábado, 15 de julio de 2023

Apuntes Griegos




MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
Doctor en Filología Clásica


Los socialistas, esto es, aquellos que se creen por encima de los idiotai o ciudadanos ordinarios, se cuelan en las colas ordinarias para entrar en el avión, como la aristocracia medieval cuando iba a comprar al mercado. Ellos han superado las colas y subrayan que la democracia no nació en Grecia, sino que vino con aquello del socialismo es libertad, y justifican su mala educación y carácter desaprensivo con petulante ignorancia. Así, un líder socialista madrileño, antiguo portavoz municipal, agraciado por las puertas giratorias en las eléctricas, ignorante pomposo, desagradable hinchazón hordearia, paradigma perfecto del político español de ruines prebendas, cuya pose o schesis disuade a las gentes honradas a participar en la política, se enfrentó a un servidor con violencia verbal porque le afee su desfachatez de intentar colarse cuando subíamos al avión que nos llevaba a Grecia, madre de la democracia e inventora de la colas, la mejor teatralización de la isonomía, o igualdad de todos ante la ley. Es evidente que el socialismo siempre será un enemigo de la igualdad, de la libertad y de la democracia. Un rojo sol se levantaba en el Epiro donde nació la madre del gran Alejandro. Olimpia nos hería con sus rayos y Circe no estaba lejos de aquellos campos que entraban en la Focidia, donde se robó al gran Dios que trajeron los micénicos, y que el gran bárbaro Filipo los castigó por no portarse como buenos griegos. Egina, con su divinidad Afaya, la invisibilidad femenina, y Salamina, estruendo de la libertad, legañas de Atenas en opinión de Pericles, y cucarachas desde el aire, anuncian, ya en el Golfo saronico, como heraldos micenicos la cuna de la Democracia o Régimen de la prevalencia de los idiotas. En el Parlamento , que no Boule clásica, la guardia teatraliza un baile de caballos en honor del soldado desconocido con zapatos que quieren ser cascos equinos. El caballo está tan inserto en el alma griega que forma parte de sus onomata kyria, Hipocrates, Filipo, Hipodamo, Leucipo, Hipodamia, Fidipides, Hipólito, Melanipo, Hiparco, Hippias, Hipatia... La representación del caballo por los artistas clásicos nunca es realista, los caballos son imágenes mentales de los devotos ciudadanos griegos. De sus crines divinas nacen las cimeras de los soldados relevantes. Cuando se sube a la Acrópolis, y se sienta uno a la sombra de las pobres esclavas carias enlutadas, te parece que ver hoy, en los tiempos de los viejos socialistas pomposos y violentos, rozagantes de presidencias de compañías privadas, antiguas corporaciones vascas de organización y eficacia impecables, los prodigios de belleza y sensibilidad que nos dejaron los antiguos atenienses es algo así como cuando los chimpancés miran las obras de los hombres. Atenas, además de sus incondicionales alemanes, necesita otro Adriano, otro helenofilo, un buen amigo americano (Biden) o ruso (Putin) que reconstruya por fin el templo de Zeus, con sus gigantescas columnas. En una metopa esquinada del Partenon un centauro ha agarrado bien por el cuello a un lapita, y uno comienza a susurrar un poema de Rubén Darío, un nicaragüense con ritmo griego en su alma inabarcable y de sensualidad griega. Cae la tarde en la Pnix, imagina uno a los idiotai en la ekklesia oyendo a los rhetores kai strategoi mientras contemplan dorada la soberbia Acrópolis como el Palacio de los dioses olímpicos. ¿Quién no iba a ser valiente y a proponer decisiones dignas al lado de esta casa de los dioses? Los Tersites ufanos de las eléctricas esperan las sombras de la noche para conspirar, una vez retirados a sus casas los idiotai y pritanos. Es la hora de los búhos y de las hetaireiai oligárquicas. En San Dionisio se celebra ya la misa en inglés. Los párrocos, igumenes o archimandritas responden así a los feligreses más numerosos, que aunque transeúntes y vecinos efímeros aportan su cuota en el mantenimiento de los iconostasios. Pero nada supera al griego clásico cuando se canta esa belleza inmarcesible que es el akathistos. Las hermosas playas de Egina, protegidas por el dios Apolo, nos traen rumores de los niños y mujeres atenienses que se refugiaron aquí durante la jornada de Salamina. Hagia Marina nos brinda una suave paz. En Grecia los helenos odian a Varufakis, que es un intelectual y hombre capaz, porque no les dio lo que les prometió, y en las últimas elecciones ni siquiera sacó acta de diputado. Mientras que en España una infumable cursi ágrafa volverá a entrar en el Parlamento para apoyar al sanchisimo. Sólo con los votos, claro, que masa gris no tiene, salvo para elegir su indumentaria. Algo es algo. Lo mismo que pasa con los liberales, hay rojos cultos e inteligentes, y otros tontos pero listillos. Lo segundo pega más con nosotros. Desde las más altas cimas de Delfos, desde donde vislumbramos Patras, vamos a la gruta en donde la pitonisa nos aguarda con sus hojas de laurel preparadas para ser masticadas. Pero la pitonisa ha huido de su nido de abeja del templo de Apolo tras ver la turba de adolescentes americanos que asedian su templo. Mas los grandes vencedores del circuito panhelenico, héroes en Olimpia, Nemea, Delfos y Corinto, nos miran amables desde su eternidad celestial con sonrisa inescrutable, y el auriga con el color del mar de Mirto sigue conduciendo su cuadriga invisible a través de las estrellas. Hermosa melancolía la de Titus Quinctius Flaminius, restaurador de la autonomía griega , perdida con Antipatro y activador de la vieja Democracia ateniense hasta Cornelio Sila Epafrodito, dulce tristeza que brinda al mortal sensible la divina belleza de Grecia. También Alejandro Magno, tras la batalla de Granico, instauró una Democracia ateniense en la antigua Troya. Grecia, belleza y libertad.

 

[El Imparcial]