El otro Federico
Hughes
Con el paso del tiempo, Jorge Buxadé se ha ido convirtiendo en alguien en Vox y también fuera de Vox. La tomó Losantos con él y desde entonces es el pim, pam, pum de las mañanas. «Me arrepiento de mi paso por el PP, no de mi paso por Falange», dijo una vez, y con esta afirmación genial, su condición de soberanista y el hecho de que no vista ni hable como un joven eterno de Movistar, ni luzca tobillito, Buxadé se ha convertido en el no liberal de Vox, con lo que satisface una función social: le pega la izquierda, pero también la sedicente derecha que no es Vox.
Empezó siendo el malo para los liberales por el liberal argumento de no ser lo suficientemente liberal. Esto hay que recordarlo, porque los movimientos canceladores en la derecha siempre empiezan por ahí.
Para los medios, lo vemos en esta campaña atroz, Vox es la extrema derecha hasta un punto no solo invotable sino incivil. Pueden ser, incluso estar, pero no ser vistos o escuchados, como le hicieron saber a Rocío de Meer. Pero siendo los de Vox tan malos, aun tendrían, de modo casi inverosímil, algo peor dentro que se llama Buxadé. Buxadé sería la oscuridad que aun puede llegar. Lo oscuro en lo oscuro. El winter que is coming.
(...)
Esto lo ha desarrollado Losantos, gran responsable neuroplástico de la derecha, según el método tradicional de las dos almas. Las habría en Vox: una liberal, reconducible, y otra que no y por lo tanto oscura, reaccionaria, falangista, autárquica, putinista, fanatísima, carca, religiosa y yunquista o yunqueana, sobre todo eso, lo que recuerda al libro de Assía: «Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo». El yunque lo pondría alguien, y sobre ese yunque cae el martillo de Losantos, martillo pilón del liberalismo turolense que nos ha dejado a todos para sopitas.
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