San Gerundio de Itálica
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 25 de agosto, festividad de San Gerundio (fray Gerundio, el predicador del padre Isla, fue bautizado Gerundio por su padre, Antón Zotes, porque por un gerundio ganó en su pueblo un concurso escolar de preguntas), la Unión Europea establece oficialmente la censura de redes (Ley de Servicios Digitales, primera fase), según ha anunciado, meñique en alto, el pierrot de la Comisión, Thierry Breton.
–Es una regulación preventiva. Todo estará estrictamente prohibido. Tenemos equipos. Cortaremos las redes. No es un Estado. ¡Es la ley! –perora el pierrot, que tiene algo de petigrís pelando una avellana.
Suena a fascismo de pitiminí y lo es, pero ellos prefieren llamarlo “regulación preventiva”, es decir, censura liberalia, como la que por aquí defendía Benavente y denunciaba Camba: “En cuanto a su libertad (la de Benavente) para decir lo que quiere, mientras lo que usted quiera decir sea que tiene usted esa libertad, ¿a asunto de qué va usted a decírnoslo?”
“No es el Estado, es la ley”, se escaquea el pierrot, impedido por los almidones de distinguir entre Constitución, garante del derecho de uno contra todos, y ley, garante del derecho de todos contra uno.
–El mundo moral, y tal es el Estado, está lleno de bribones, de embusteros, de ladrones –se oye acotar, al fondo, a Max Stirner–. “¡Respeto a la ley!” es el cimiento del Estado.
En su sublime igualdad, la ley prohíbe igualmente tanto a mendigos como a millonarios dormir bajo los puentes (Anatole France) y difundir mentiras en las redes (Thierry Breton), monopolio de los gobiernos, preocupados, no, desde luego, por las mentiras particulares de los públicos, sino por las verdades públicas de los particulares.
–“Censura” evoca imágenes de burócratas soviéticos con el ceño fruncido que publican historias y encarcelan a disidentes. Hoy, tiene un comportamiento más amable, envuelto en eufemismos como “trabajar junto con nuestros socios para combatir la desinformación” –ha icho el candidato demócrata Kennedy en América, epicentro, hoy, de la censura occidental.
En la libérrima Inglaterra, el “Reputation Committee” de un banco (el séptimo más antiguo del mundo) cerró la cuenta a Nigel Farage porque sus puntos de vista (Trump, guerra, vacunas) “no se alinean con nuestros valores”. El banco como director espiritual del depositante: esto no venía en “Camino”. Y tampoco en el libro del comunismo.
¿Y hacia dónde se dirige espiritualmente el mundo? El pasado no volverá. Y los profetas anuncian un porvenir más oscuro que el del poema de Jean Paul, y sin niños, sacrificados en el ara del sexo. El actor Jim Caviezel, activista contra el tráfico infantil, es ninguneado por el “mainstream” como el clérigo Sydney Smith cuando se oponía al tráfico de niños para limpiar chimeneas.
–“Chicos pequeños para pequeños conductos” –era la frase, recuerda Barzun, que aparecía en las tarjetas que dejaban en la puerta los deshollinadores itinerantes.
[Viernes, 21 de Julio]