jueves, 12 de marzo de 2020

Pecando de frivolidad

 Pues sí, Ricardo... De Burgos también fueron
Ahí están los de Roa


De entre todos, Oblak



Francisco Javier Gómez Izquierdo

     Frivolidad es que hoy me ponga hablar de fútbol después de estar esta mañana casi una hora haciendo cola en la caja del supermercado rodeado de carros cargados de atún en lata, barrilitos de vino y tripas de salchichón. Frivolidad es que con la que está cayendo uno incluso disfrute del fútbol con el hijo de médico residente haciendo guardias engavilladas en un hospital monstruoso. Frivolidad es que me alegren los triunfos de Simeone con la ambulancia del “coronavirus” en la portada del Diario de Burgos en el bloque de mi madre y hermanos en Gamonal y todo lo tenga que digerir con una temperatura extraordinaria en Córdoba.

     Bien, pues pequemos de frívolos en el que creo va a ser el último partido de la temporada que se juega como “Dios manda”. Tras el mínimo interés del Valencia-Atalanta que apagó el defensa Diakhaby en un Mestalla sin alma nos pusimos delante de un partido que se transformó en bendita bacanal de aficionado, antes de afrontar los rigores por venir. Una especie de orgía de galeotes antes de atarse a los remos y aguantar latigazos de cómitres impíos. Así pareció el Liverpool-Atlético con las gradas abarrotadas y no esa sensación de enfermedad que da un estadio vacío. Yo creo que si la gente no puede entrar al campo, los jugadores tampoco y lo “suyo” es suspender y punto. Incluso el Liverpool-Atlético, que ésa sí fue frivolidad peligrosa, pero de tamaña inconsciencia confieso haber disfrutado como burro en un berzal. Aventuré la posibilidad del pase colchonero porque Joao Félix está llamado a decir cosas importantes en citas de prestigio, porque Oblak no sólo para, también hace milagros y porque el cantar del sufrimiento simeónico es mas que legendario.

    Sí, después del partido todo se ve muy bonito, pero durante los 90 minutos el Liverpool hizo méritos para marcar dos o tres goles y pasar a cuartos con solvencia. La fe atlética asaltada de continuo con el poderío red, dudó mucho, pero mucho mucho, cuando el Cholo quitó un delantero por un medio defensivo. El mosqueo de Costa se trasladó al de la mayoría de los aficionados -un servidor mismo gritó, ¿pero qué hace éste hombre?-, pero hay que reconocer que siempre queda Oblak. Creo que el míster arriesgó una barbaridad, pues si  su decisión llega a salir mal...bueno, ni bien, ni mal, pongamos intrascendente, hoy tendríamos energuménicos enterradores del cholismo. En el último minuto la solvencia  del Liverpool se resquebrajó con el gol que no valió de Saúl y aunque Simeone pasó del éxtasis a un aparente hundimiento anímico por maliciarse la superioridad física que a todos pareció evidente, el golpe inyectó una primera dosis de vacuna antidepresiva en los jugadores madrileños. El segundo gol de Firmino que en buena lógica mataba la eliminatoria resultó segunda dosis resucitadora de un equipo al que los tribuletes tecleaban a la carrera concienzudos  responsos. ¡Entonces apareció Llorente! El cambio reprochable. El muchacho que no parecía espantar su mala suerte recibió un regalo inteligente -inteligente porque a pesar del cansancio supo ver al que de los dos posibles receptores, no estaba en fuera de juego- de Joao Félix que a su vez lo había recogido del portero Adrián.  La grieta del gol anulado crujió con el que valió en el armazón del equipo de Klopp y se trasladó a las vigas de Anfield, ese sagrado templo, donde sus aficionados se frotaban los ojos ante adversidad tan insospechada. No sería la última. Otra vez Llorente, el cambio absurdo del Cholo, rubricó la histórica decisión de Simeone para dar que hablar a críticos y filósofos del fútbol bonito y el fútbol feo.

     El gol de Morata, más centrado mentalmente con su merma física que cuando está en plenas facultades, quedó en anécdota de gol del cojo y en la estadística honrosa de suponer un triunfo en Anfield para los atléticos que aún no se explican cómo pudo acabar tan bien lo que tan mala pinta tuvo toda la noche. Los que viajaron se traen muy buenos recuerdos: goles, gozosos sufrimientos y la clasificación a cuartos. Dios quiera que no hayan dejado nada en Liverpool.
      
Lo lógico es que se suspendan las competiciones y la temporada se de por terminada en las ligas locales y las de la UEFA, por lo que este partido del Atlético será inolvidable por muchas circunstancias. Ojalá que la más llamativa no sea el convertirse en el último partido de fútbol de verdad del año.. y estamos en marzo. ¡Ah! ¿Vieron el caso que hizo el VAR de Europa de una manita involuntaria en el área rojiblanca al comienzo del partido? Ninguno. En España se cree que esas tontadas son penalty...

       ...Y perdonen la frivolidad.