Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El líder natural del socialismo español es Pablo Iglesias, y lo vamos a ver.
–Primero tendrá que cortarse la coleta –me dice el taxista que me lleva a cenar.
Los taxistas creen que la coleta es cosa china, y lo chino suena a revolución cultural. Mas la coleta masculina no es china, sino manchú, aunque hasta 1911 los chinos no echaron de la China a los manchúes. En cuanto a los españoles conviene saber que, hasta Iglesias, no gastaban coleta desde la Conquista, cuando, al salir de Cuba, los hombres de Cortés se trasquilaron las cabezas para andar más sueltos en la pelea.
El caso es que, desde el domingo, cuando se supo que Iglesias irá de eurodiputado a Bruselas, hay nervios en la calle por lo que pueda pasar, no con Europa, sino con España.
Yo todavía recuerdo del 77 el cuento de un pueblo de Burgos cuyos vecinos escondieron los cerdos porque iba Carrillo a dar un mitin.
En el 77 salíamos del franquismo y, quien más, quien menos, tenía en casa un cochino. Hoy, en lugar de un cochino, tenemos una bicicleta, y la gente, con lo de Iglesias, ha empezado a subirla a casa, como si lo que Iglesias quisiera fuera una bicicleta, máquina franquista donde las haya, cantada por Gecé, que las traía vistas de Estrasburgo:
–La bicicleta, este coche tan europeo, tan excelente y provechoso, el vehículo de la clase productora, del funcionario y del obrero.
Amigo socialdemócrata, no temas por tu bici. Iglesias no nació productor, sino dirigente, y ningún dirigente se mueve en bicicleta, o sería productor. Su discurso fundacional lo dio, como José Antonio, en un teatro madrileño, prometiendo cosas que emocionarían al mismo Spielberg.
–Echaremos de las instituciones a los sinvergüenzas.
En su momento, Felipe González prometió ochocientos mil puestos de trabajo y la recuperación de Gibraltar, y con eso se tiró catorce años en La Moncloa.
El líder de la derecha que diga con éxito “Váyase, señor Iglesias” está ya en primero de Bachiller.