viernes, 23 de mayo de 2014

Décimotercera de Feria. El Arte no tiene miedo ("ni vergüenza")*


 Morante y Finito

 Oliver y Hardy


José Ramón Márquez

Las cosas como son: lo mismo que los curristas más recalcitrantes decían que iban a la Plaza a ver hacer el paseo a Curro, igual que los moranteros dicen que una simple trincherilla de su ídolo les vale para colmarse, yo he de decir que lo que me llevó a la Plaza hoy lleno de ilusión era ver al Lili, por lo que me gusta su desparpajo, especialmente en los momentos previos a poner banderillas. El moranterío hoy llenó la Monumental y muchos portaban como signo de reconocimiento una ramita de romero, que era la seña de identidad de Romero e incomprensiblemente se le aplica al de La Puebla, cuando lo que más le convendría como emblema sería una rodajita de salchichón o una palmera de chocolate, a la vista del volumen que se gasta el gachó.

Antes de subir a la localidad pasamos a ver el alicatado que le ha puesto Abella, ese travieso angelote a quien todos conocemos como Abeya, al Pelos eliminando lo anterior, es decir el alicatado de Nicanor Villalta y pelillos a la mar y a vivir que son dos días, y que si te pillan con el carrito del helado, lo mejor es decir que el de Villalta lo has quitado porque lo vas a "modernizar". Se ve que el cauto Abeya ha comenzado la necesaria restauración de la Plaza (de Pueblo) Más Mugrienta del Mundo precisamente por el gres de Villalta. Algo es algo.

En la susodicha Plaza hoy habían anunciado una corrida de Montalvo. Esto no es algo hecho de manera inocente, sin cálculo. Venían los Montalvo porque a su vera venía Morante, que tiene en gran predicamento a esta vacada desde que uno de sus pupilos le ayudó a conseguir el renombradísimo éxito que cosechó en la Monumental de Cantalejo, gesta heroica del toreo sólo comparable a la de Pontevedra, según me dijo un señor. Los Montalvo, como es bien sabido, tienen una parte de procedencia Martínez y otra, que se lleva por separado de... ¡Juan Pedro!; aunque parezca mentira, lo que mandaron a Madrid es de esta segunda procedencia porque, como nos repite cada día el programa oficial en su página 14, la cosa de juampedritis “se arranca pronto y lo hace galopando con alegría y fijjeza”, que es justamente lo que necesita Morante para expresar su arte, que no se pué aguantá y, de paso, ver de escacharrar algún reloj, aunque me temo que hoy el  único que debió escacharrar fue el de Trinidad, que no había forma de que el hombre diese a tiempo los avisos porque se ve que lo hacía a ojo, y es por ello que le aconsejamos que la próxima vez que presida lleve un reloj de arena de esos que se usan para los huevos escalfados, que ese no falla nunca ni hay Morante que pueda con él.

La corrida tuvo algo de fu y algo de fa. Por ejemplo, los ya clásicos cuernos enfundados y también los escobillados; por ejemplo la báscula mágica que da los pesos como si fuesen los números de la lotería primitiva; por ejemplo la presentación escuálida y agalgada, que ya me gustaría saber qué tenían los dos Couto de Fornilhos que echaron para atrás el otro día que no tuviesen estos de hoy. En cuanto a galguería, el que se llevó la palma fue el cuarto, Trigueño, número 63, que fue muy protestado y que finalmente pasó al negociado de Florito, que era el vivo retrato de la galga palentina Bámbola de Payerno que participó en el pasado campeonato de España de galgos en campo.

La terna de la tarde estaba compuesta por Juan Serrano, natural de Sabadell, José Antonio Morante, natural de La Puebla del Río, y Alejandro Talavante, natural de Badajoz.
A Juan Serrano, Finito de Córdoba, le tiene Morante para que vaya por delante de él en las corridas  y no verse obligado a tener que romper Plaza. En su primero no es que hiciese nada, pero demostró a las jóvenes generaciones una manera de ponerse frente al toro, una elegante verticalidad totalmente desusada en nuestros tiempos. Juan Serrano es uno de tantos que atesorando una enorme calidad no han llegado a nada. Una cornada fortísima acabó con el torero en sus inicios, pero siempre permanecerá en el recuerdo la gran impresión que dejó en su presentación en Madrid como novillero.

Morante se vino a Las Ventas vestido como un príncipe con un barroco vestido azul pavo que llevaba más oro que el palio de La Macarena, y tó pá ná, porque el hombre no se entendió con los toros o con él mismo. Además, ya tiene dicho el Fanegas de la Puebla que las Ventas está condicionada por un público muy exigente que pierde la cordura en ocasiones, lo cual viene a decir que él, como público, prefiere al de Cantalejo y como feria a La Peregrina. Parece mentira que los que hablan permanentemente del bache de El Cid no echen cuentas de que el de La Puebla, con ésta, lleva encadenado ya cinco temporadas consecutivas sin cortar ni una maldita orejilla en Las Ventas. No merece la pena detenerse en los dos mítines que dio el hombre, cada cual a su manera, que se le notaba un montón las ganas que tenía de que aquello acabase para irse a casa a tomarse media barra de pan untada en Nutella.

Y luego Talavante, el camaleón. Torero sin atisbo alguno de personalidad, que ha adoptado a lo largo de su vida taurina diversos estilos, es un torero de los que Domingo Ortega llamaba “toreros sin plan”, los que se van al toro sin saber muy bien qué le van a hacer ni por qué. Así parece que la faena la iba a hacer en la querencia de la solanera, tendido cinco, pero de ahí se fue el toro a los medios y ahí continuó el trasteo, y luego al tercio en el cuatro y por allí siguió la cosa. El toro se llamaba Saqueador, numero 31, era tirando a manso pero tenía una embestida larga y obediente con tal de que no se le quitase la muleta de la cara. La faena se va desarrollando sin mucho orden ni concierto -cómo nos acordábamos de lo ordenada de la faena de Ponce del otro día, en contraposición- y, de pronto, inesperadamente, surge el milagro cuando Talavante se coloca frente al toro, la muleta en la izquierda y la espada en la derecha, en la pura rectitud del toro, y le cita al natural, de frente, dirige la embestida del toro hasta el remate del pase atrás, dejándole colocado, se gira quedándose perfectamente situado y desde ahí traza otro imponente natural, hondo y mandón y luego un tercero en el que pierde algo la posición pero que resulta airoso y auténtico. Se dirá que no es mucho, pero es que esos tres soberbios muletazos son el único toreo de verdad que se ha visto en lo que llevamos de Feria y, además, sirven para demostrar que la Plaza de Madrid se puede poner boca abajo con quince muletazos bien dados y que no son necesarias esas aburridísimas faenas kilométricas de cada tarde.

Y si lo sabe hacer ¿por qué no lo hace cada día?

Estuvo muy bien con los palos Juan José Trujillo y estuvo muy mal con el penco Jabato, que en la forma de agarrar la vara recordaba a unos pescadores de trucha que vi en un reportaje de Jara y Sedal. Del ensañamiento de Aurelín con el segundo de Morante sólo debe culparse al matador que le consiente y alienta en esas actitudes toricidas, aunque Dios les castigó porque cuanto más le querían fastidiar al bicho, más rabioso se volvía el toro para desesperación del que para los relojes.

El hecho de que el sobrero que salió en sustitución del cuarto, el agalgado, fuese de Núñez del Cuvillo nos lleva a pensar en que ésa era hace cinco años la ganadería que se mataban por matar todos los de la cosa del arte. Ahora, revirada y sosa, no la quiere ni su padre. Se lo merecen.

 El público

 La fragoneta de Morante
El Arte no tiene miedo

 Emilio Temple Muñoz, sin Zaius
Qué diría

 El ojo del amo

 Zapato de mujer

 Venta ambulante I

 Venta ambulante II

 Abella con un Hemingway en su nido
Viene del taller donde tiene encargada "la modernización"
 de la placa que le han levantado del patio a Nicanor Villalta

 El nido de Abella y el orfebre que "modernizará" la placa de don Nicanor

 Bolso de mujer

 Morantistas

 Zapatos de hombre

Cubata de señora
 ´Portón

 Caballos atildaditos sobre el ruedo "deslentejado" para el arte de Morante

 El abono vacío de don Fernando Bergamín
El más listo

 El Paseíllo
Morante, Talavante, Finito

 La expectativa

 Zapato de toro

 Fino jugándoselo a espadas

 Vaquerizo y Esperanza Aguirre que no dan crédito

El Lili se ajusta los machos I
 
 El Lili se ajusta los machos II

 El Lili se ajusta los machos III

El kit del arte morantero
 La saña morantera con los aceros

 Morante y Finito...

 ...al detalle

 Detalle de Morante

 Detalle de Finito

 Talavante

 Haciendo de su capa un sayo

 Lili al rescate

 Descalzaperros morantero

Despedida
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*Acotación de un espectador de Las Ventas al reclamo publicitario de Morante de la Puebla