sábado, 17 de mayo de 2014

Octava de Feria. En el aniversario de Gallito, Joselito (Adame) vestido de augusto y una breva para Fandiño

El minuto de silencio (padrenuestro de la nada) por Gallito


José Ramón Márquez

Ayer los juampedros de Victoriano del Río y hoy los Jandillas de Borja Domecq y su comunidad de bienes. De nuevo nos colocan el cuadro de las flechitas para llegar, degenerando, degenerando, desde don Vicente José Vázquez (1778) a Jandilla (1978), dos siglos de decadencia ganadera, y desde Vistahermosa (1770) hasta Vegahermosa (2002) dos siglos y pico de hermoseo. Aunque es público y notorio, no está de más el recordar que, pese a todo el galimatías de fechas y de nombres, la verdad eterna e incuestionable es que los Choperón Father and Son nos han vuelto a meter otra cucharada de este ricino ganadero, purga de aficionados, que es la juampedritis, por si no quieres caldo, toma trescientas tazas. Volamos una vez más al programa, al epígrafe titulado “El Encaste”, que llevan ni sé los días sin cambiarlo, para comprobar que el texto es el mismo de siempre, ése que firma Taurodelta y que nos informa de la condición galopadora, fija, atenta y alegre de los animales de este encaste, lo mismo que los de ayer.

Cartel con cierto morbo el de hoy, pues era el del regreso de Fandiño a Las Ventas tras el shock que para muchos significó su estocada al volatín del otro día. Junto a él, David Fandila “El Fandi” y Joselito Adame, que venía a sustituir a Miguel Abellán, que andaba el hombre con problemas de salud.

Ni por lo más remoto transitaremos el fácil camino de la censura a Fandila. El Fandi es carne de cañón para los que quieran sacar pecho de aficionado señalando sus evidentes carencias, pero Fandi es el tío que más torea en España, el número 1 por aclamación popular, por el referéndum de las taquillas, la apuesta segura de los empresarios para redondear buenas entradas. Y no engaña a nadie. Nadie ha visto jamás a Fandila tirándose el rollo de defender su particular tauromaquia a base de echar ruedas de molino, a ver si cuelan: que si por afuera se alarga el muletazo, que si donde de verdad los toros tienen peligro –éste debe ser el famoso peligro sordo– es cuanto más lejos estás de ellos, que si no es necesario cargar la suerte porque el pase sale más largo... todas esas peregrinas ideas que nos echan píldora a píldora de continuo para crear confusión y que son repetidas como un hipnótico mantra por la caterva de revistosos del puchero. Fandila no hace prosélitos, sólo suma actuaciones. El que va a verle sabe que va a un espectáculo, el espectáculo del Fandi, sin engaños. Decir que maneja los capotes de aquella manera, que pone unas banderillas a toda mecha y a toro pasado, que muletea como se le ocurre y que mete el estoque a la primera el noventa por ciento de las veces retrata a Fandila. Ver cómo el público disfruta con las ocurrencias del torero es tener la certeza de que para muchos de los que ocupan los asientos en la Plaza, eso es lo que habían venido a buscar. Creo que jamás le veremos triunfar en Madrid, pero él ha hecho su carrera sin necesidad de refrendar sus actuaciones con un triunfo en esta Primera Plaza (de Pueblo) del Mundo –que, por lo visto, ni da ni quita tanto como por ahí dicen–.

Fandiño se presentó en Madrid, con un par, anunciado con la de Jandilla. No es que podamos decir que este alcarreño de Orduña haya hecho un gran esfuerzo a la hora de elegir el ganado. Los cochinitos de Victoriano y los juampedrillos de Jandilla no son ninguna apuesta que contenga el más mínimo interés para el aficionado, por más partidario que se sea del matador, que en homenaje a la parroquia de adeptos, o de la idea que de él tienen, debería haber venido a Madrid con, al menos, una ganadería de mayor compromiso. Dicho esto y por no aburrir a las ovejas nos iremos directamente al toro Fascinador, número 5, cinqueño, colorado, bragado meano corrido y axiblanco, que es el que interesa.
El Fascinador, desde que salió al ruedo declaró su firme decisión de embestir. En los primeros lances ya el animal demostró la condición pastueña de su embestida por ambos pitones tanto como la ausencia de malicia en su embestida. Lo pica Bernal sin que el toro haga una pelea reseñable y lo brega con buen son Miguel Martín dejando el toro entrever sus buenas condiciones para el tercio de muerte –ahora llamado de muleta por muchos–. Fandiño se va al toro y éste le sorprende con una emocionante y fija embestida desde lejos, antes de que el torero haya ni siquiera hecho el cite. Esto mismo le volverá a pasar una porción de veces en las que el toro se irá al trapo nada más verlo y antes de que el matador se haya colocado. El toro fue una máquina de embestir, sin ganas de coger, deseando irse a la muleta. Toro para ser lucirlo en la muleta por un torero generoso –Rincón, Cid– en vez de andarle ratoneando, no ver su distancia y trapacearle por fuera sin ética ni estética, sin verdad y sin compromiso, sin que al tendido llegue la idea de que el matador sepa qué es lo que va hacer con él. Fandiño no se enteró de las condiciones del colorado, o no se quiso enterar, y dejó que se le escapase una ocasión de triunfo auténtico. Al final de la faena hay una serie de redondos en los que el torero se queda un poco más en el sitio y ahí se acaba de descubrir la categoría de la embestida del toro, por si alguno no se había enterado. Un toro para encumbrar a un tío en Madrid y un toro que deja en evidencia las inconsistencias de Fandiño, esas que nos hacen ser tan recelosos respecto de él y de su concepto.

El tercero en discordia era Adame, como se dijo más arriba. Hay que tener muchísimo valor, muchos redaños para plantarse en una Plaza de Toros con el vestido que se puso el hidrocálido esta tarde. Adame no levanta el vuelo. Perdió varias veces la muleta en sus dos trasteos, se vio sorprendido por el toro en el inicio de su faena al primero, toro galopando suelto y sin torear hacia los medios donde le esperaba el torero y cuando se centró en la faena demostró que su emblema es la vulgaridad. Es torero para vérselas con toros de más intenciones, para que la emoción de que él carece la ponga el toro. En Madrid hoy, como otras veces, nos dejó su destoreo, sus pases ajulianados en los que se pone como una alcayata, su falta de concepto, su embuste en suma.

La corrida resultó larguísima y a la salida el aficionado T. comentaba que al lado de esto de hoy, lo de ayer de Ponce es, como decía el gran Manolo Gallarín, “¡una página del Cossío!”


El carrito de Luis Miguel

Losantos bajando al lío

Lo que yo te diga

¡Firmes!

El programa de mano


Callando por Gallito

Un buen Guernica

El valor seco de Adame (para llevar ese vestido)

Fandiño chinesco

El Fandi

Sangre y arena

Molés y Caballero (sin oxímoron)
Preparando el Santo Advenimiento de Julián

Fandiño atragantándose con su breva, un tal Fascinador