Rincón, frontal
(Lo antiguo)
Uceda Leal, el Alcayatador
(Lo moderno)
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Uno había oído hablar del pito-alcayata, pero vengo de ver en Las Ventas el toreo-alcayata, o alcayateo.
–La anatomía es el destino –dice Harold Bloom (glosando una frase de Napoleón) para explicar el mito freudiano de la “envidia de pene”, refutado por aquella señorita de Woody Allen que se pregunta por qué, si son las mujeres quienes envidian lo que tienen los hombres, son los hombres quienes van tras de lo que tienen las mujeres.
De Freud se desprende que, al cabo, la niña acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el niño teme la posibilidad de su cumplimiento. Desde luego, el pito-alcayata con que nos amenazaban los tutores si caíamos en el error de Onán fue nuestra pesadilla escolar.
Al final, el hombre fáustico desapareció y, con él, la importancia del pito-alcayata, hasta que he visto a un torero llevarse una oreja de Madrid por bordar el alcayateo con un juampedro.
Al principio el toreo fue frontal y vertical. Luego empezó a ponerse pisano, como la torre toscana, y a medio perfil, como los pintores pintaban al papá de Alejandro, Filipo, para que no se viera que era tuerto. Y hoy es el alcayateo: torero en postura de alcayata, como el muñeco de Fomento que avisa de peligro en las carreteras en obras, dando banderazos a un toro descastado que anda por la arena a su aire.
Y como los toros son el mejor espejo de la sociedad, vi que hoy alcayateamos todos. ¿Qué hace, sino alcayateo cultural, Felipe González en el centenario de Octavio Paz? Lo de Villarejo para acabar con los políticos del 79 (no con los fiscales del 62) es alcayateo político. Luego está el alcayateo social, que consiste en hablar como un rojo y vivir como una facha. Se alcayatea en el Metro (para leer los “wasap” del móvil del que va sentado) y en el restaurante (para pillar el pin del vecino al pagar). Durante la estación de los escotes, hacemos alcayateo sicalíptico en la barra del bar. Y todo es alcayateo al natural.