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HUGHES
Pura Golosina Deportiva
En el Madrid lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer y sin embargo no hay crisis sino lo contrario de la crisis. Vive en una plenitud que se renueva.
Lo viejo no muere del todo porque ahí está Kroos, por ejemplo, vitoreado con el "quédate, quédate"; y ahí está lo nuevo siempre rebrotando: Guler, que salió y volvió a marcar casi sin querer. "El balón está enamorado de Arda Guler (con acento en la e)", dijo Ancelotti, que tras el gol hacía el universal gesto italiano de "mamma mia".
El Madrid tenía que estirar las piernas contra el Alavés, no perder el ritmo, las sensaciones, y regaló una noche de felicidad, un partido de exhibición. Se pareció al primer show que dieron en el Bernabéu, ya hace unos años, los brasileños cuando se juntaron con Valverde y Camavinga...
Pero ahora hay alguien más. Alguien que parece la joya de la corona por su elegancia y distinción. El jugador bandera, la suma perfección. La primera hora de partido de Bellingham fue una gran obra de dirección de juego. Fue más centrocampista aunque empezara de feliz llegador; marcó el 1-0 en una especie de centro-chut de primeras tras pase lujoso de Kroos.
En el 2-0 buscó en los adentros a Camavinga, que regateó como un extremo y centró para el remate de Vinicius a un solo toque.
Bellingham dialogaba con Kroos y luego ascendía ante la delantera, disfrutando más de su sitio mejor. Era el intermedio perfecto, el gran traductor entre los códigos kroosificados y la velocidad de los brasileños. Añadió al envío postal del alemán su propio avance corto hecho de apoyos, controles, zancada y aperturas.
Dirigió el juego y asistió en el 3-0 a Valverde, que llegó y marcó de obús. Su toque fue con el interior y la pelota cogió, sin embargo, un efecto rompiente hacia fuera.
El partido era importante para Courtois y Militao. El brasileño dio un susto con la otra rodilla. Hizo un extraño, se la sujetó y a todos nos temblaron los meniscos. Aun sospechamos... Courtois, por su parte, se lució recibiendo muchos tiros lejanos de Alavés. No unos cuantos; muchísimos, como si lo hubieran acordado. Algunas paradas fueron muy buenas, una (a Hagi) fue excelente. Paradas aparte, devolvió una sensación distinta. Se siente su envergadura, su gravedad, su firmeza. Transmite una sensación de seguridad que es lo que la mujer le pide al hombre, y que, ahora sabemos, en el fútbol la tiene que dar el portero. Por eso el portero no puede ser un friqui ni un chisgarabís, porque es sostén. Lo que de patriarcal tiene un portero lo aporta Courtois sobradamente (¡el hombre con el hacha jungeriano en la puerta del hogar!).
Hubo cambios y pudimos disfrutar de Guler con los buenos, los titulares. La sensación fue chocante porque parecía más sabio, más viejo, más seguro en su control altanero. Su entendimiento con Bellingham fue virguero y sutil y por un instante sentimos estar viendo algo nuevo.
El Madrid hacía un fútbol de quilates, la "pura golosina deportiva" que da nombre a este humilde sitio.
Bellingham seguía dirigiendo, más libre y de frente, anticipo de lo que puede ser cuando otros (no miramos a nadie) pueblen la delantera. Le dio el pase a Vinicius para el 4-0. Un gol, dos asistencias, y una preasistencia.
En todas las repeticiones de los goles faltaba Rodrygo, que estuvo desangelado ahí pero muy bien en el resto. Hay una abnegación de movimientos que también hay que reconocerle.
Hizo una jugada preciosa por la banda de Vinicius, un regate de una perfección sólo suya, y la pelota, tras un rechace, le cayó a Guler, que no estaba ahí por casualidad.
Ancelotti se reía, como si no se creyera del todo lo que tiene entre manos. Lo viejo no ha muerto, lo nuevo no ha terminado de nacer, pero no es una crisis. O sí. ¿Cómo se llama una crisis en bueno, una crisis positiva, una crisis feliz, una circunstancia abierta que sin dejar de ser buena ya deja ver la promesa de algo mejor y que se prolonga? Es un estadio nuevo, un estado nuevo. Lo dijo tímidamente Luis García, entrenador del Alavés: "El Madrid es muy superior. Es una sensación que tiene la Liga". La tenemos todos. Pero no es esa sensación ¡no es ésa! Es otra... ¿Es el paraíso? ¿Lo de las huríes pero con camavingas y copas de Europa? ¿Y si no estuviéramos vivos del todo?