martes, 21 de mayo de 2024

Serpientes



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Europeos preguntándose cómo hemos llegado del “Requiem” de Mozart al “Zorra” de Nebulosa. Muy simple: “Pedetemtim progredientes”, que diría Lucrecio, primero en emplear, nos dice Robert Nisbet, el término “progredientes”, de donde procede ese chicle de nuestros logreros que es la palabra “progreso”. De Mozart a Nebulosa se llega progresando gradualmente, mantra de la Ilustración, térmite o comején del Cristianismo.


Isabel, española de 17 años, multada con 1.800 euros por rezar en la calle Ferraz.


“Lo que Europa debe al Cristianismo” es un ensayo de Dalmacio Negro que a los liberalios se les hace bola por abundoso en conceptos que escapan a la “peperidad” en que viven, ese “Zeitgeist” setentayochista que el sábado les ofrece Nebulosa en la televisora del Estado, y el domingo, una urna para ir a votar al ministro del Covid, con su cara de enterrador de Lucky Luke, para cacique de Cataluña, cuya historia natural tanto recuerda a “The Natural History of Iceland”, uno de cuyos capítulos fascinaba al Dr. Johnson, que recomendaba aprenderlo de memoria, pues consistía en una sola frase:


En toda la isla no hay serpientes.


Con el cuento de que en Cataluña no hay serpientes, la Brunete mediática canta (de pago) a la derrota del independentismo con el triunfo de un partido socialista, sea eso lo que fuere, que levanta el puñito de jugar a los chinos “por el catalanismo y la España federal”. La balcanización de España es la forma setentayochista de resolver lo que Denis Gabor llama el “trilema”, hoy, de la humanidad: la posibilidad cierta de una guerra nuclear, la superpoblación de la tierra, y la más importante, una “era del ocio” para la cual la humanidad no conoce remedio.


Gabor no ve nada en nuestra evolución física y social que nos haya preparado para el ocio, y sugiere planes de condicionamiento que, en unas generaciones, compensen la herencia neurológica de millones de años. Quizás el confinamiento fue uno de ellos, y por eso el rebaño, agradecido, se restriega como el gato de una venta en las piernas filiformes de Illa. Si Nietzsche viviera hoy, antes que al exhausto caballo turinés, se abrazaría a cualquier súbdito español, no menos exhausto, que tiene Illas y Puentes por cocheros.


Se ve que el atractivo de ir a votar está en las colas: la cola del supermercado es la única trinchera donde el españolejo se muestra dispuesto a luchar. “Yo por la cola mato”. En América el cinismo va más lejos: la Junta Electoral de Georgia acaba de certificar el “pucherazo” electoral de 2020 contra Trump, lo que ilegitima la presidencia de Sleepy Joe, pero como salta a la vista que Sleepy Joe no es el presidente, los medios optan por ignorar la noticia que supone el fin de las instituciones que los Founding Fathers crearon para dos milenios y que no han llegado a los tres siglos. Extraño periodismo, incapaz de ceder a “la más noble y la más apasionada de las pasiones humanas”, que es la curiosidad.


[Martes, 14 de Mayo]