miércoles, 29 de mayo de 2024

Pulido o el arte de la estafa


La tonta


Francisco Javier Gómez Izquierdo


           Me preguntaba antier un colega de ocupación -el funcionario de prisiones aprueba una oposición para quitarse del paro y tener un trabajo fijo; con los años se convierte en profesional- que quién fue el Truji que menté hace unos días y si él lo conoció. No sé por qué se me ocurrió cambiar de nombre a Fernando Pulido, un sujeto que ustedes pueden buscar en el yutú ése, poniendo "Fernando Pulido y Loco de la colina" y verlos a los dos de charla paseando por el patio de enfermería de la "prisión vieja" de Córdoba (la nueva se abrió en agosto del 2.000). En la vetusta grabación de aquel programa que se tituló "Cuerda de presos" se ve a Pulido ya mayor y hastiado, pero se le nota atento a la posible presencia de cualquier interno soplón que pudiera adivinar hasta sus pensamientos. Lo que no cree el espectador, usted mismo si busca el vídeo, es que ese señor flaco y medio "desbaratao" haya sido capaz de engañar a tantos como cuenta. Fernando Pulido engañó a más. A muchos más de los que presume ante Jesús Quintero y de modos que no caben en cabeza humana. Fernando Pulido, como los políticos del siglo, sabía que no era difícil engañar al prójimo muchas veces y que cuanto mayor fuera la disparatada propuesta, mas consideración y respeto conseguía el engañador.


        Los ordenanzas de las cárceles solían ser presos con buen comportamiento y si estos ya salían de permiso y estaban cerca de la condicional se les destinaba a carga y descarga, comunicaciones, oficinas de Régimen... que eran dependencias en las que se pisaba calle y era fácil la huida. Este Pulido, formidable amanuense de cualquier alfabeto y de los más sofisticados tipos de letra, así como escrupuloso falsificador de los más exigentes documentos, sobre todo de la Armada en la que no pasó de marinerito y de la que quiso ser almirante, estuvo de ordenanza de Régimen en el Puerto de Santamaría en vida de Franco y presume de sacar, previa falsificación de las órdenes judiciales ¡claro está!, a más de treinta presos de la cárcel. En el vídeo acusa "...a un maricón" (en los 90 aún se podía decir maricón sin escandalizar conciencias, incluso las más puras) por no sacarle junto "... a su querido", remata el ya anciano timador. Fernando Pulido se vestía de capitán de navío, se presentaba en el mejor hotel de las Canarias, decía que le destinaban como la máxima autoridad de las islas, enviaba unas nóminas disparatadas al director del importante banco al que se había presentado previamente con las pompas y solemnidades propias del cargo del que presumía y el director adelantaba "la panoja" de seis meses con serviles inclinaciones y sin la mínima vacilación. Pues así, esta suplantación tan estrambótica (tal que el obispo de Rojas en Belorado) muchas veces y en muchos lugares. En el tiempo de la grabación con el Loco de la Colina se averiguó para sus permisos una residencia que no fue otra que la de oficiales en Córdoba y es circunstancia que descubrió Rafael R. llevando unas garrafas de aceite al comedor de los militares. Lo vio bajando unas escaleras y el Pulido se echó el dedo a los labios para que el bueno de Rafael, montillano de ley, no lo delatara, pero Rafael se sintió en la obligación de avisar al suboficial que había en la entrada, del personaje que allí se alojaba. El sargento o similar casi denuncia a Rafael por difamación del no recuerdo qué clase de oficial y Rafael marchó riéndose por lo bajini con un "...coméroslo con patatas".


      Fernando Pulido nos consideraba a nosotros, los funcionarios de vigilancia, unos "pringaos". No nos lo decía a la cara, pero lo notábamos cuando ante cualquier disparate de tipo tan problemático exigía la presencia del Director, que era el que entendía "..mis sircustansias..". En el mundo "...sólo hay que tontos y luego otros musho más tontos de los que hay que aprovecharse", era retahíla que gustaba repetir y que a mí me viene cada dos por tres en estos tiempos de tantos Pulidos con títulos sin falsificar. Titulaciones legales de toda legalidad para las que ya no se precisa atuendos acordes a su categoría.