miércoles, 22 de mayo de 2024

Puerta Grande para el burgalés Jarocho con los novillos de Fuente Ymbro. Sospechamos que Ricardo Gallardo toca el piano. Pepe Campos


Puerta Grande de Jarocho, que es de Burgos y estuvo allí


PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas.


Martes, 21 de abril de 2024. Décimo festejo de la feria de San Isidro. Segunda Novillada. Algo más de tres cuartos de entrada. Tarde primaveral, fría.


Novillos de Fuente Ymbro, procedencia DomecqJandilla—, bien presentados, excepto el tercero, que, además, por inválido, fue devuelto; dieron juego, especialmente los tres últimos, encastados; todos mansos y nobles; cumplieron en el caballo pero saliendo sueltos. Un novillo de Villanueva (procedencia Núñez y Marqués de Domecq), corrido como tercero de la tarde, manso y noble.


Terna: Alejandro Peñaranda, de Iniesta (Cuenca), de gris piedra y oro, con cabos blancos, palmas tras un aviso y una oreja tras un aviso; veintiún años. Ismael Martín, de Zúrich (Suiza), de grana y oro, silencio y una oreja; veinte años. Jarocho, de Burgos, de berenjena y oro; vuelta al ruedo tras un aviso y dos orejas tras un aviso; diecinueve años; salió a hombros por la Puerta Grande.



Desde que comenzó el procedimiento de la tienta de reses bravas hacia la mitad del siglo XIX, se sabe que la selección de hembras y machos, en ese citado ensayo ganadero, cimenta la base de la futura línea de comportamiento que cada ganadero elige para sus toros. Desde entonces, y por dicha causa, la historia de las ganaderías y de la tauromaquia han vivido diversos momentos de esplendor, y también de decadencia. En este asunto nos interesa viajar en el tiempo y analizar lo que nos toca vivir hoy en día. Así, observamos que en los últimos años, debido a que la mayoría de las ganaderías tienen un origen genético de sangre Domecq, y que en esa prueba de la selección de reses, en los tentaderos, por influencia de los toreros denominados figuras —aunque no es algo nuevo— se escogen reses que garantizan toros venideros «que sirvan», sólo para la faena de muleta, para que esos «ases» del toreo triunfen, tarde tras tarde, desde ahí, parece como que el mundo de los toros está abocado a un ocaso o a un decaimiento.


Esta propuesta parte de que en esa denominada elección de astados —becerras— no se tiene en cuenta la pelea —hacia adelante— que los mismos pueden hacer ante el caballo, o no valorar al alza las encastadas reacciones de los bóvidos a la hora de recibir estímulos externos de lucha. De tal manera, desde el carácter de la sangre Domecq —más afín al tercio de muleta—, un elevado número de ganaderías ha ido incorporando en su naturaleza, en primer término, el bálsamo de la nobleza, de la dulzura y de la toreabilidad —duración y blandura en la embestida—; y, en segundo plano, tras lo anterior, el virus de la mansedumbre, de la flojedad y de la ausencia de raza y casta. Por ello, tarde tras tarde, estamos acostumbrados a ver el juego de las diferentes gamas de la sangre Domecq en los ruedos del orbe taurino, y en especial en Las Ventas —faro que visualiza el estado en el que se encuentra el producto ganadero—, bajo la pauta de la escasez de fuerzas, del escaso celo, de la desidia del animal —el toro— ante cualquier embestida. Es como ver el declive de una raza, de un mundo, de un universo.


En la tarde de ayer asistimos —de nuevo— a la lidia de los novillos de una ganadería que en los últimos tres años ha corrido numerosos ejemplares en la plaza de Madrid. Nos referimos a la ganadería de Fuente Ymbro, propiedad de Ricardo Gallardo. Tal vez, llegue la cantidad de entre sus toros y novillos lidiados a la cifra de un centenar. Si hacemos un balance del comportamiento de dichos astados, podríamos determinar que ha sido ascendente, en relación, en primer lugar, a la pelea que han tenido en la suerte de varas —aunque aquí, si bien han acudido con presteza, decididamente, deben mejorar, por no haber desarrollado peleas excesivamente bravas y poderosas—. Pero sobre todo han destacado en sus comparecencias, por la calidad y la pujanza de las embestidas, ante los engaños manejados por los toreros, y, en especial por la avidez en perseguir la muleta de los matadores a los que se han enfrentado, sin facilitar su labor y mostrándose en un registro donde tiene cabida, al mismo tiempo, la nobleza y la acometividad.


Desde lo que hemos expuesto, a partir de lo que hemos visto del juego de los astados de Ricardo Gallardo en la plaza de toros de Madrid, podríamos sospechar que «ha dado con la tecla» de saber seleccionar animales que ofrecen embestidas emocionantes, de ejemplares que mantienen movilidad en la arena, de novillos y de toros que dan espectáculo, llegando a conseguir el equilibrio entre la posesión de casta y la exhibición de lucha y entrega. Por lo tanto, desde estos planteamientos, deberíamos sospechar que el ciudadano Ricardo Gallardo, en el asunto de los toros, en los tiempos que corren, «toca el piano». Es decir, está dejando su huella en la memoria y en el corazón de los aficionados. Damos constancia de ello y deseamos que se mantenga en esta línea de acierto, y, aumente, si es posible, la exigencia; y no haga caso a las figuras, que se ve, que por la alegría con la que se manifiestan sus toros, no quieren verlos, es decir, para bien de la fiesta, no quieren torearlos. Es todo un dato de garantía de que está haciendo las cosas bien —esas tientas—, con cercanías a lo notable. Desde aquí, nuestra enhorabuena, pues los tres últimos novillos de ayer, por su vertiginoso y entretenido juego, fueron garantía de casta y de espectáculo. Y de éxito para los novilleros.


Cada uno de los novilleros de ayer tuvo su oportunidad. Podríamos decir que una doble oportunidad. Pues, en sus primeros novillos, se enfrentaron a la nobleza y a la bondad de los animales que les tocaron en este turno —incluido, el de Villanueva, de por sí, muy potable—. Y en los últimos novillos, cada uno, en este segundo caso, se las vio ante la emotiva acometividad de los ejemplares de Fuente Ymbro.


Alejandro Peñaranda, tuvo una actuación que fue de menos a más. En su primer novillo echamos de menos la frescura y el conocimiento que barajó la tarde de su presentación en esta plaza, el año pasado, por el mes de julio. Ayer le vimos algo perdido en ese utrero, al que no cogió el aire de una noble embestida por el pitón derecho, pues toreó por las afueras y no supo entrar en el territorio del temple, por empeñarse en una serie de enganchones en diferentes tandas. Le faltó dar un paso adelante, pues el novillo era claro. Además, le sobró el hecho de tirar el estoque para torear —una moda lamentable, que vemos se sucede—. Mató de un pinchazo en la suerte contraria y de una estocada, en la misma suerte, algo caída. Ante el excelente cuarto novillo, jabonero, dio en algunas ocasiones distancia, sin lograr mandar en las extraordinarias embestidas de Sacacuartos; el novillo le levantó, tras lo cual Peñaranda se ajustó más y logró algún natural que demostraba que sabe torear. Mató de una estocada delantera, desprendida, en la suerte contraria.


Ismael Martín, desarrolló una labor voluntariosa y entregada. En su primer novillo no logró acoplarse, no mandó en la embestida del mismo y se vio achuchado, sin correr suficientemente la mano. Mató de un bajonazo en la suerte contraria. En el quinto de la tarde, con las mismas armas que en su anterior enemigo, sin lograr mandarle ni torearle largo, acabó aguantándole en terrenos de proximidad, mostrando valentía y disposición. Mató de una estocada en la suerte contraria perdiendo la muleta.


Jarocho, fue el triunfador de la novillada; en su primer novillo —de Villanueva— no llegó a ajustarse a una cálida embestida por el pitón derecho, con ciertos enganchones corrió la mano a golpes, y se fue centrando a medida que avanzó la faena sin alcanzar un atisbo de temple. Lo mató en la suerte contraria de media estocada, algo caída. Su actuación en el último novillo, de embestida alegre y con pies, que iba de lejos, lució pundonor, y en la segunda parte de la faena, torería, donde se entretuvo en dar tres tandas al natural de enorme calidad, de trazo largo y mandón, hacia adentro, llevando al novillo metido en el engaño y sintiéndose en pases de enorme contenido clásico. Aquí convenció a la afición, que siguió ese toreo al natural con pasión y degustando el dibujo de cada uno de los inmejorables pases. Nos recordó a aquél Ángel Téllez de hace dos años. Mató en la suerte contraria de una estocada perdiendo la muleta. Pensamos que al estar cerca de él Fernando Robleño, puede ser un torero que no se pierda.