domingo, 26 de mayo de 2024

“La carroza de plomo candente”


Martín-Miguel Rubio Esteban

Doctor en Filología Clásica

 

Paco Nieva estrenó La carroza de plomo candente el 27 de abril de 1976, apenas cinco meses después de la muerte de Franco, y por primera vez en el gran teatro español se puso sobre el escenario una actriz desnuda por completo, haciendo el papel de la Venus Calipigia (“de hemosas nalgas”), divinidad fresca y pagana, la transformación humana que se había operado en el personaje mudo de la cabra. Se ha visto en el brujerilmente creado Tomás, puro artefacto de la hechiceria, a un representante del embrutecido pueblo español, la total muerte espiritual y enmudecimiento de este pueblo durante esos cuarenta años de ceremonia negra. El hermoso culo de Rosa Valenty no fue ninguna tontería; nos hizo más libres a los españoles que la chapuza de consenso de jefes de partido que trajo la injustamente bienfamada Transición. ¿Quiénes promocionaron más la libertad, Nieva y el culo de Rosa Valenty o Suárez y Juan Calos I? Cabría hacer un ejercicio escolar de retórica, de aquellos progymnásmata que hacía el rhêtor Proaresio, para encontrar argumentos en pro y en contra. La carroza de plomo candente ha tenido mil interpretaciones, algunas cercanas al delirio; y quizás éstas sean las más cercanas a la verdad. Nosotros aquí exponemos humildemente la nuestra. Es evidente que Frasquito, el barbero sinvergüenza, el Padre Camaleón, fraile inquisidor, y la Garrafona, nodriza de Luis III, y como bruja que es, ha dado de mamar al futuro rey leche de bruja, con lo que está embrujado hasta la médula de los huesos, es la corte del príncipe Luis III –los príncipes no tienen número, pero Nieva le coloca el ordinal para que se vea que es un rey para jugar, y no Luis I, que ha sido nuestro único rey real con ese nombre– que se ha ido a pasear a los espejos del callejón de El Gato, y se le han deformado los personajes hasta convertirse en esperpentos, que suelen ser las realidades exactas de nuestros políticos más auténticos y castizos. Luis I, el real, se consumió de tanto practicar el sexo con su mujer, la reina, Luis Isabel de Orleáns, a la que prohibió llevar bragas para solucionar mejor sus aprietos. Eso nos lo cuenta Alfonso Danvila en su magnífico libro El Reinado relámpago, en Espasa Calpe. Lo delirante en nuestra historia de monarcas no es menos ominoso que este descoyuntado Auto Sacramental de Nieva. Luis III es un simpático y educado, casi entrañable, príncipe homosexual, que medita las medidas de gobierno con todo su círculo de fieles admitido entre las sábanas de su cama, y que se estremece ante el deber de sus obligaciones conyugales con que traer un heredero en una noche de truenos que hace temblar a todo Madrid. Como tal heredero no puede venir por la vía natural, entra en juego la sabia bruja Garrafona con sus ciencias locas y desatadas. Frasquito sostiene que lo nuestro no son los periódicos, sino los calendarios zaragozanos, que además traen el Santo, cómo va de mordida la luna, un buen consejo y una copla. Por eso nuestros periódicos, básicamente son puros calendarios zaragozanos, una cosa entre la brujería y la superstición. Estos cortesanos esperpénticos le traen la noticia de la muerte del padre, “que ya es un rey muerto en campo de gules”. La cabra que lleva Garrafona es el instrumento necesario, de magia homeopática, para construir al príncipe Tomás, el heredero. Y Saturno, el torero, lo único que de pueblo hondo –“un analfabeto sin mancha de hipocresía”, “un fauno de los antiguos tiempos groseros” hay en la comedia, entra como compañero de la cabra, como instrumento masculino para el fornicio mágico. Es entonces cuando la cama del futuro rey se va a convertir en una carroza de plomo candente. El Padre Camaleón casará a este huracán de pueblo, que maldice o exhorta con los corónimos parlantes de la España más profunda y racial ¡Cañete!, ¡Guarromán! ¡Cózar! ¡Carratraca! ¡Churriana! ¡Calaspara!¡Me cisco en las Indias Occidentales!– con la cabra Liliana, que durante el mismo acto sexual se convertirá en la deslumbrante Venus Calipigia, que llega con un saludo romano.


Calipigia.- Salve.


Camaleón.- ¿Quién eres tú, moza fresca?


Calipigia:- Soy Venus Calipigia, frailazo, la de las nalgas de raso fino. Pareces poco erudito en divinidades antiguas. ¡Claro! Qué más se puede esperar de un fraile del Tomelloso.


La desnudez de la Venus Calipigia flota en el “Rapto del serrallo”, de Mozart. Sin embargo, a pesar de la belleza suprema, al Rey Luis no le provoca el apetito sexual, y entonces la Garrafona le ordena a Saturno, personificación del hondo pueblo, que diga lo que ve en la desnudez de la diosa.


-Veo el mar por primera vez. Lo veo entero. Todo por fuera y por dentro, y la luna bañándose en él, y a todas las ostras con la boca abierta


El Rey Luis parece que se anima, y se levanta. La Venus Calipigia desaparece, vuelve la cabra Liliana sobre la que está El Rey Luis, y detrás sujetando las patas Saturno. Después de “hacer el amor” Cachupín/Rey Luis dice a su nodriza bruja:


-Me siento muy mal parado, Garrafona. Tengo como una pena muy grande repartida por todo el cuerpo.


El caso es que el mismo Rey ha quedado preñado de Saturno, personificación de la España más honda, que expele topónimos y gentilicios como tacos gruesos.


-¡Badajoz! ¿No puede el pueblo español engendrar en la monarquía? (…) ¡Por España y por el Rey! ¡Atrás, camuñeros, bejaranos, cañeteros!


Y nace el retrasado Príncipe Tomás; que ya nace descontento.


-Ha salido malcriado y con mucho pelo de la dehesa. ¡Buena ascendencia de Saturno! ¡Maldito chico! ¡Cubrirse, que nos descalabra!


La absoluta noluntad es la principal característica del insoportable príncipe Tomás.


-No tengo ganas de ná.


Hijo de un genuino representante del pueblo siervo y hebetado durante siglos y de un rey sin voluntad, la noluntad es su única gloria.


Tomás.- No tengo miedo de ná.


Saturno.- ¡Así me gusta! Éste es un español de cuerpo entero.


Un rey preñado por su pueblo crea monstruos. En España, ya desde Cervantes, las Cortes de nuestros reyes siempre han tenido algo de rebotica oscura y aquelarre. El exorcismo de Carlos II no fue una leyenda. Mas el deseo sexual colectivo siempre ha contrapesado y sustituido la impotencia regia. ¡Parece mentira que fuéramos tan libres en 1976! Parece mentira. El entonces Vicepresidente del Gobierno para Asuntos de Interior, el muy culto Manuel Fraga Iribarne estuvo presente en el estreno de la obra.


Genial Nieva inmortal.