Hughes
Abc
Hay partidos que tienen dificultades para reunirse en pueblos donde les vota un 4 por ciento de la población (o un 13 por ciento, como en Vic, donde Cs volvió a tener ayer comité de recepción), pero con mucho menos porcentaje de votos el PNV pone y quita presidentes en España. Así funcionan las cosas. Prueben a explicárselo a un turista comiendo una torrija, ya verán la cara que pone.
Ahora mismo, el papel arbitral lo hace sobre todo el PNV, pero cuando creíamos perdido el elemento «equilibrador» de CIU volvemos a escuchar la pujolista palabra «gobernabilidad» de boca de Jordi Sànchez (JpC). De romper España a «gobernabilizarla».
En el debate del martes, Aitor Esteban dijo que lo primero que necesitaba el país era «estabilidad», así que ellos se van a sacrificar. Con PNV y con Podemos, ¿qué más necesitaría Sánchez? ERC y Bildu (aromas de Perpiñán) acaban de firmar un pacto para tener grupo en el Congreso. A Europa irán como «Ahora Repúblicas» (que suena parecido a «Allá películas»). Por si resultara demasiado, JpC se le ofrece a Sánchez como socio «estable» poniendo la única condición de un referéndum. «Tarde o temprano lo aceptará». Fue Pedro Sánchez el que no hace mucho señaló que la solución pasaría por un referéndum en la propia comunidad. Aclaró después que no sería de independencia, pero los constitucionalistas del PSC encontrarán una fórmula lo suficientemente imprecisa para ir tirando.
Todos hablan de «diálogo» y el PSOE lo hace de «solución dialogada», expresión que añade al fetiche del zapaterismo la solución o «salida al conflicto», antes vasco y ahora catalán. Lo conflictivo surge al vulnerar la ley, y la solución la pone el Estado. En manos de cuatro.
Pdr Snchz habla siempre de una solución larga, de años (Miquel Iceta la puso en diez años). Parece que aspira a liderar otro «procés» que culmine en tirabuzón constitucional. Para empezar, y mientras tanto, sus socios van desempolvando el diccionario de negociación. A la espera de «decidir» del todo, decidir en Madrid.