viernes, 12 de abril de 2019

El guante



 Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Frente al abuso de poder del Rey, los ingleses levantaron el Parlamento. Pero contra el abuso de poder del Parlamento, los americanos tuvieron que inventar un laberinto que llamaron “democracia representativa”, garantía de su libertad política (¡conquistada, no otorgada!) mediante reglas del juego… escritas, que eso es una Constitución política (las nuestras son todas ideológicas), dado lo mal que los ingleses se lo habían hecho pasar con su Constitución consuetudinaria. Las palabras vuelan, lo escrito queda.

Los poderes legislativos son definidos y limitados, y para que esos límites no puedan confundirse u olvidarse, la Constitución es una Constitución escrita –dirá famosamente el grande juez Marshall (nada que ver con nuestros pequeños Marlascas).

Según John C. Calhoun, personaje sureño ahora traducido al catalán por arramblar con argumentos que echar a la causa “federalizante” (“la única cosa seria”, al decir de Isidoro González), para que una Constitución tenga éxito, ésta tiene que surgir del seno de una comunidad y adaptarse a la inteligencia y carácter del pueblo.
La Constitución del 78 que se apropia Ciudadanos (a este partido sólo le falta colgar en las tapas, como en las fincas de la vega del Tajuña, el cartel de “Vigilante gitano”, con la foto de Valls o Carreras) no surgió del seno de la comunidad, donde nadie la cumple, razón por la cual se adapta como un guante a la inteligencia y carácter del pueblo, que ya hizo del franquismo, en palabras de uno de los Maura, “una dictadura paliada por el incumplimiento”.
La Constitución es como un fabuloso “guante Varadé”, antes de que se suicidara La Fornarina –escribió el Gallo de Arévalo, primero en ver que la Constitución establecía “comunidades autónomas” o “nacionalidades”, pero no permitía la federación con otras, para evitar el riesgo de que Galicia se federe con Andalucía, como aconteció en “La Hermana San Sulpicio”, cine del que salen Rivera (Florián Rey) y Casado (Luis Lucia).