Marcando paquete
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En Italia (como en todos los países que no pagarán la visa de sus gastos en keroseno), hay entusiasmo con la victoria de Sánchez, para los “camisas blancas” más bella que la de Samotracia.
–Sanchez, “Il Bello”, un socialista tenace per fermare la destra –tituló “La Stampa”, y lo ilustró con la foto de la “Festa dell’Unità” del año 11 en Bolonia, con Renzi, Valls, Post y Samsom en mangas de “camicia bianca”.
En política, la “camicia bianca” es tan cursi como la “camicia nera”, con lo cual “il bello” Sánchez viene a ser para el progre italiano como una segunda oportunidad estética para Dino Grandi, conde de Mordano, para quien la principal belleza del fascista era el amor, el único tesoro, por cierto, que, según la confidencia de D’Annunzio al Caballero Audaz, después de los sesenta no se puede conquistar.
–Cuando una mujer ha sido amada por Gabriel d’Annunzio, ya no habrá en el mundo amor que la satisfaga –pudieron decir en sus memorias Eleanora Duce e Isadora Duncan.
“Il bello Sanchez!” Hasta aquí llegó la cursilería socialdemócrata en Europa.
En el auge del fascismo Ortega atribuyó la cursilería a la pobreza, pero Ortega no era pobre y Machado le llamó cursi, que tampoco lo era. Cursi es Sánchez, y más que Sánchez, cuantos lo rodean, comenzando por Guirao (o “Guirado”, como le dicen las marquesonas) y el Astronauta, que saben que a todas las bellezas hay que honrar, pero abrazar sólo a una.
El viejo Hobbes, más feo que Picio, observa que la belleza física es un poder “incluso en un hombre”, puesto que predispone a los desconocidos y a las mujeres a su favor. Y a la socialdemocracia de “La Stampa”, claro, para quien “Il Bello” es un San Jorge ante dos dragones: Cataluña… y Vox, aunque, “como fanático del Atlético de Madrid” (?), Sánchez sabe, “como el entrenador Diego Simeone, que las grandes competiciones se ganan partido tras partido”.
Por bastante menos, Ortega nos pintó como “un aldeón torpe y oscuro” que Europa arrastraba en uno de sus bordes.
Abc
En Italia (como en todos los países que no pagarán la visa de sus gastos en keroseno), hay entusiasmo con la victoria de Sánchez, para los “camisas blancas” más bella que la de Samotracia.
–Sanchez, “Il Bello”, un socialista tenace per fermare la destra –tituló “La Stampa”, y lo ilustró con la foto de la “Festa dell’Unità” del año 11 en Bolonia, con Renzi, Valls, Post y Samsom en mangas de “camicia bianca”.
En política, la “camicia bianca” es tan cursi como la “camicia nera”, con lo cual “il bello” Sánchez viene a ser para el progre italiano como una segunda oportunidad estética para Dino Grandi, conde de Mordano, para quien la principal belleza del fascista era el amor, el único tesoro, por cierto, que, según la confidencia de D’Annunzio al Caballero Audaz, después de los sesenta no se puede conquistar.
–Cuando una mujer ha sido amada por Gabriel d’Annunzio, ya no habrá en el mundo amor que la satisfaga –pudieron decir en sus memorias Eleanora Duce e Isadora Duncan.
“Il bello Sanchez!” Hasta aquí llegó la cursilería socialdemócrata en Europa.
En el auge del fascismo Ortega atribuyó la cursilería a la pobreza, pero Ortega no era pobre y Machado le llamó cursi, que tampoco lo era. Cursi es Sánchez, y más que Sánchez, cuantos lo rodean, comenzando por Guirao (o “Guirado”, como le dicen las marquesonas) y el Astronauta, que saben que a todas las bellezas hay que honrar, pero abrazar sólo a una.
El viejo Hobbes, más feo que Picio, observa que la belleza física es un poder “incluso en un hombre”, puesto que predispone a los desconocidos y a las mujeres a su favor. Y a la socialdemocracia de “La Stampa”, claro, para quien “Il Bello” es un San Jorge ante dos dragones: Cataluña… y Vox, aunque, “como fanático del Atlético de Madrid” (?), Sánchez sabe, “como el entrenador Diego Simeone, que las grandes competiciones se ganan partido tras partido”.
Por bastante menos, Ortega nos pintó como “un aldeón torpe y oscuro” que Europa arrastraba en uno de sus bordes.