lunes, 8 de abril de 2019

De categoría "archipobre"

El rey, el palmeral y mi bufanda. Hace 8 años

  
Francisco Javier Gómez Izquierdo

 Me es difícil intentar explicar la diferencia entre el hincha de un club poderoso  y el de uno “menesteroso y paupérrimo”, adjetivos con los que clamaba Miguelito el del “Turronero” en un concurrido paso de peatones de Córdoba. Los palabros se los había facilitado un servidor para que describiera de manera fulminante su situación ante la Administración local y regional cuando saliera de la cárcel, pero el incorregible Miguel, que empezó su carrera en Burgos cuando en la mili quiso robar a la señora de un comandante cerca de El Plantío sin percatarse que diez metros a su espalda patrullaba la PM, en vez de ir al Ayuntamiento se pasaba tres veces al día por “Las Margaritas” en cuanto juntaba para el “rebuhao”. Lo más esperpéntico en el modo de pedir de Miguelito llegaba cuando lagrimeaba a voces y se acusaba de “valetudinario”, como le diagnostiqué una mañana que lo vi rumiando el culo de una barra de mortadela a la sombra del edificio junto a los baños árabes que llevaba esculpido en piedra, ya lo han quitado, su antigua utilidad: “HOSPITAL DE VALETUDINARIOS”.

      -Me den algo por favor, soy un valetudinario y sólo pido para ir a Aguilar en autobús a ver mi mama.
      
En autobuses montaron más de 200 hinchas cordobesistas, de muy distinta especie a la de los que ya no van al Bernabéu porque el Madrid no va a ganar nada o al Barça porque ya ha ganado la liga. Se fueron a Elche, reacios a considerar la enfermiza situación de nuestro equipo de la que los primeros en no parecer ser conscientes son los integrantes de una plantilla falta de alma, corazón y vida. ¡Cuán desalentador es echar de menos a Piovaccari -ayer sancionado-, un prejubilado que llegó a Córdoba porque no tenía donde ir!

     Significativo es que me vengan a la cabeza decrépitos Miguelitos cuando me he puesto a emperejilar lo que pasó anoche en Altabix, pero si a las 20 horas sabíamos, sobre todo los 200 viajeros,  que había ganado el Extremadura, el Majadahonda y ¡hasta el Gimnástico de Tarragona!, lo menos que se esperaba de los nuestros era una esforzada defensa de la permanencia en 2ª. Pero no. Los once saltaron abúlicos, medrosos y lo que peor parece...  resignados.
      
El partido empezó con una incomprensible desidia -falta de concentración y colocación diría el analista técnico y táctico- de la que Nino, el abuelo del Elche, se aprovechó, listo él, al cuarto de hora en un desbarajuste monumental en el que nadie estaba en su sitio, colando un temprano 1-0 que sería definitivo... y escaso para los méritos franquiverdes. Nuestra proverbial debilidad defensiva resultó escandalosa ante un equipo que supongo que en septiembre condené a los puestos en los que hoy estamos nosotros y es que al Elche no le veía uno casi nada a principio de temporada. Si acaso el serio trabajo y sobrada profesionalidad de Pacheta, pelendón de a 6 kilómetros de mi pueblo, mejor persona aún que entrenador y condenado a sublimar la sencillez sin llamar demasiado la atención. A los éxitos de Pacheta no les sienta bien el traje. Se le asimila al ruralismo numantino, romántico y románico y me da que somos cuatro gatos los que nos enorgullecemos con determinados personajes que el fútbol ignora y que aún gasta chándal en la banda. En Primera, y salvando las distancias, Mendilíbar es otro que tal, al que no imaginamos sentado en banquillos exquisitos. 
     
El Elche además del entrenador Pacheta tiene a Javi Flores, el príncipe de Fátima, mi barrio, del que un servidor siempre quiso su prosperidad por mucho que no entendiera mis cariñosos reproches cuando allá antes de los 20 en vez de aportar al equipo se entretenía en hacer cañitos sin sustancia.  Tenía que ser burgalés quien lo convenciera para que abandonara su inclinación a intentar excentricidades y se aplicara en lo que mejor sabe hacer. Fue junto a Josán, falto de técnica pero bullidor hasta aburrir, lo más destacado de un equipo que ha conseguido lo que parecía imposible. Salvarse. Cómo ha conseguido adelanterse el Elche a contratar al excelente Edgar Badía, portero del Reus, confieso que me parece un misterio. 
     
Empezaba esto que se ha alargado demasiado con la diferencia entre un hincha del Córdoba y uno del Madrid o Barcelona. Hace algo más de 20 años, con el Córdoba en 2ªB jugando el play off de ascenso a 2ª, ¡¡12.000 cordobesistas!! viajaron a Elche acompañando a un equipo que no consiguió el objetivo. Cuando llegué a la explanada de la que salían los autobuses me asusté ante semejante marabunta. Volví a casa sin dejar de admirarme ante lo poco que necesita el pobre para sentirse “pletórico”, otra “palabrita” que Miguelito apuntaba en su particular letanía.  Me da que basta con espaciar las dosis.