Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Pío Baroja tuvo una vez la fantasía, para sus cosas literarias, de presentarse a candidato por Fraga (el municipio, no el ministro), y pidió a Lerroux recomendación para conseguir el acta. ¿En un país como España, dirá luego Baroja, le iban a dejar pescar un acta de diputado a un escritor como él, sin dinero y sin influencias, que se presentaba en los pueblos rodeado de bohemios?
Hermann Tertsch deja ahora, entre “El País” verdadero y ABC, cuarenta años de periodismo (¡con lectores!) por la aventura electoral (¡conmover el sufragio!) de defender España en Europa, que es “el tema” (donde nadie le tose) de Tertsch.
–“A la mayor parte de los devotos les repugna la devoción“, decía La Rochefoucauld, y a la mayor parte de los europeístas les disgusta la Unión Europea –explica en una entrevista la reaparecida Marion Maréchal, quien, nacida en el 89, sólo ha oído hablar de “refundación”, “nuevo embeleso” y, hoy, “renacimiento”.
Volvemos, pues, a ese momento orteguiano del “proyecto sugestivo de vida en común” (tomado de Renan), entre tantos momentos orteguianos que se nos vienen encima, con una España oficial que no termina de irse y una España real que no termina de llegar.
–Si queremos vivir –dejó dicho nuestro vitalista–, tenemos que vivir a la manera española, que es múltiple. Hasta ahora se ha usado una, tal vez la peor. No veo que haya inconveniente en ensayar otra.
Y a ensayarla (ensayo y error es ley de vida) marcha Tertsch al alacranero de Bruselas, donde podrá dar rienda suelta a su pasión (espiritual, como todo lo que es principal) de Europa, desaparecida de los periódicos, que es como decir de los espíritus, única razón por la cual un periodista total (yo sólo he conocido dos, y de los dos sólo Tertsch remó siempre a la contra) coge su sombrero y deja el periodismo por la política.
–¡La vida es un sombrero nuevo! –dijo, gozoso, en una sombrerería neoyorquina el doctor Freud de Viena (la ciudad de Tertsch) a Jung, que perdió el complejo.