jueves, 27 de julio de 2017

Valor y precio (del pez "furbolista")



Francisco Javier Gómez Izquierdo

       Uno de los mayores disparates del siglo quizás sea el precio de los futbolistas, aunque a mí, hace tiempo que no me llama la atención el barajeo de  millones que nos invade cada verano por la sencilla razón de que tanto dinero se escapa a mi comprensión, educado en los modestos dos reales de agujero y los fantásticos cinco duros con los que uno se sentía rico durante dos horas.
       
Por Cruyff, Maradona, Zidane, Cristiano, Neymar... se pagaron fortunas y los que las pagaron, ricos siguen. Eran futbolistas extraordinarios que garantizaban espectáculo y goles. Aquellos desembolsos “a seguro” es posible que  fueran desproporcionados. De hecho recibieron muchas críticas por la gente que en todo se mete, por lo que me extraña hoy la falta de protestas periodísticas ante el precio de Pogba, Hulk o  Xhaka, ¡¡Xhaka!!, el año pasado, o el de  los Morata y Danilo revalorizados por la D.O. Real Madrid y los Mandy y Bernardo Silva  a los que los técnicos del City también consideran de contrastado pedigrí por su formación en Mónaco. Bueno, la verdad es que siempre hay un matemático que calcula los hospitales y escuelas que se pueden hacer con lo que valen Messi y Cristiano.

     85 millones de euros Lukaku, 80 Morata, 60 Lacazette... 45 millones un tal Vinicius Junior, juvenil del Flamengo al que los ojeadores le han adivinado el futuro. No. No cabe en mi cabeza mercado tan exquisito ni tanta disponibilidad televisiva, que al parecer es quien paga el montante mayor, por lo que sólo queda esperar a verlos venir -a los jugadores- y asombrarse ante tanto personal millonario.

¿Serán capaces -yo creo que sí- el presidente Florentino de soltar 180 millones por Mbappé y más de doscientos el jeque del PSG por Neymar? Y después de tanto dispendio ¿qué? Uno de los dos no ganará la Copa de Europa.
     
Mientras ojeo el Marca, mi pescadera de confianza, que suele pescar en las mejoras lonjas y a la que no le gusta nada el “furbo” me ha traído el pez futbolista. Allí, entre la dorada salvaje de Barbate, “los calamares finos, finos de verdad” y  “unos “lenguaos” de los que no hay” se ofrece barato y extraño un ejemplar desconocido en la plaza. Mi pescadera, viéndome el descuadre, me aparta y me dice: “Le llaman el pez 'furbolista' p’a no llamarle pez parguela. Ya sabes lo que es un parguela...y, p’a que no dé asco l’han cambiao el nombre ¿sabes?”

      Enterado quedo.