lunes, 10 de julio de 2017

Las pellas de Donnarumma



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Gianluigi Donnarumma, que juega en el Milán y es el portero más cotizado del fútbol (lo que lo convierte en el nuevo rico más joven del mundo), había prometido a Roma (el Ministerio de Educación) estudiar un poco para ejemplaridad de la juventud italiana, pero el día del examen hizo pellas y voló con su novia a Ibiza, que sigue siendo el mejor destino de quienes tienen dinero.
  
En los 70 a Ibiza iba Onassis con Jackie, la glamurosa viuda de Kennedy: fondeaban en la bahía de San Antonio y anunciaban su visita al club “Ses Guitarres”, cuyo dueño, por respeto a la pareja, imponía la corbata a los clientes, y luego el puertas, con la sala llena, dejaba en la calle a Onassis porque era el único que no la llevaba.
  
Ahora a Ibiza van los futbolistas, que son los Onassis de nuestra época, los únicos que se pueden permitir un plato de raones en el kiosko de Es Cubells, como el otro día Jürgen Klopp, el gafapastas del Liverpool, o nuestro héroe, Donnarumma, que tiene “look” de tertuliano español a la última, todos con barbita y cresta de Larritas del Consenso Liberal.
  
Estudia, hijo, que hasta Juanito tiene que hacerlo, y es Juanito –nos decían en la adolescencia las madres de Burgos, donde Juan Gómez Juanito vino a ser como Maradona en Nápoles.
  
La verdad era otra historia. Eran los tiempos en que la sociedad comenzaba a demandar más fútbol y menos latín.
  
¿Para qué sirve el latín? –preguntaba el ministro Solís.
  
Para que a usted, siendo de Cabra, le digan egabrense –contestaba el procurador Muñoz Alonso.
  
Cumplida su cesión al Burgos, Juan Gómez regresó al Atlético, pero allí le pedían más latín y menos fútbol, cosa que a él le hacía la misma ilusión que a Donnarumma, y acabó por volver al Burgos, que lo adquirió en propiedad por cien mil pesetas.

    –Las piernas y la cabeza pueden estar juntas –ha declarado sobre el caso de Donnarumma la ministra italiana del ramo Valeria Fedeli, que es sindicalista.
  
No sé. El viejo costumbrismo siempre vio en el balón algo así como el cráneo de la raza, pero en el hábito de darle patadas sólo descubrieron un método de desarrollar las pantorrillas, pero en ningún caso la cabeza. Mas si la medida de todas las cosas (de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son, según el dicho del divino Protágoras) es el dinero, lo que los jóvenes se plantean es qué ejercicio les proporcionará mayores ingresos, si el de la cabeza o el de las pantorrillas, y lo que ven es a Cristiano, a Messi… y a Donnarumma, con una flamante renovación contractual que garantiza el futuro a los Donnarumma para tres o cuatro generaciones.
  
Jóvenes y jóvenas del mundo: ¿qué os parece más trascendente, que Donnarumma se gradúe como bachiller o que Cristiano se quede en el Madrid?
  
En nuestra cultura socialdemócrata, un certificado de estudios sólo sirve para impresionar a los autodidactos y, si acaso, para que te excluyan de las listas de votantes republicanos en los Estados Unidos. “Blanco, heterosexual… ¡y sin estudios!” fue el retrato resultante que el liberalismo de meñique levantado hizo del votante de Trump. A Rockefeller, gran mecenas de la causa liberal, se debe la advertencia según la cual quien trabaja (o quien estudia) todo el día no tiene tiempo de ganar dinero. Vamos, que hay que ir más a Ibiza.


Larra
 ROBERT MILLAR

    Más que la maledicencia ramplona de Pep Guardiola, el Gandhi de Sampedor, poniendo en duda la Liga de Mourinho en el Madrid (récord de puntos y récord de goles), me ha impresionado la carta de Robert Millar, el ciclista de Glasgow, anunciando su cambio de sexo. De Millar los aficionados al ciclismo de televisor (tan distinto del ciclismo de cuneta) recordamos una nariz superlativa moqueando niebla en los puertos de montaña, el espectáculo supremo de un deporte tan... de hombres. Siempre segundo (a sólo un tubular del primero), Millar fue un poco el Poulidor de quienes no éramos franceses. Y, sin embargo, él “ya sabía que era diferente desde los cinco años”. Por eso ahora se llama Philippa York.