martes, 18 de julio de 2017

Los besales



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Macron no tiene hijos, gracias a lo cual ha tenido tiempo para hacer su gran descubrimiento desde el “pienso, luego existo” de Descartes, que concibió el “racionalismo” en un sueño:

No se puede luchar contra el terrorismo sin luchar contra el cambio climático.
El descubrimiento de Macron (“hace calor, luego me voy a la yihad”) remata la campaña mundial contra los signos de vida: primero el periódico global advierte que luchar contra el cambio climático es no tener hijos, y luego la revista “Time” enseña que no tener hijos es la mayor felicidad de una pareja. Ojo, pues, con las aventuras veraniegas, no vaya uno a ligar con una turista sueca y acabar, sin saberlo, justificando a la Tigresa, que ya anda suelta por la calle.
El hipocondriaco José Luis Cuevas, para celebrar un alta médica hizo la exposición “Signos de vida” con fotos gigantescas de su persona, llamadas “los besales”, para que fueran besadas por las mujeres que acudían, y dejaran estampados sus besos, matizados por los “rouges”. Y un cuadro, “Semen de artista”, que consistía en un frasco con su propia semilla junto con un autorretrato. Y una proposición artística para festejar su salud recobrada:

Era la invitación, muy seria, a que cincuenta mujeres se dejasen embarazar por mí, en una especie de apoteosis del arte vivo. Y se colocó una libreta para que las mujeres interesadas en ese arte anotasen sus nombres. Y arriba, en la propia galería, se instaló una gran cama para la ceremonia creativa.
A José-Miguel Ullán le confesaría que, al término, “no hubo edición propiamente dicha, y me conformé con las pruebas de artista”.

Treinta años después, las fantasías narcisistas de Cuevas vienen al pelo de las verdades científicas de la “prensa seria”, ese “Time” que en el 83, cuando Reagan invadió Granada sin su permiso, pero con el apoyo popular, se preguntó cómo los medios habían podido suscitar contra ellos tan profundo resentimiento del público (“far ranging resentment”).