jueves, 27 de julio de 2017

Nolan, Dunkerque y el escorpión: "Sorry, That's My Nature"

La situación a finales de mayo de 1940

Jean Palette-Cazajus

El gran etnólogo Louis Dumont, para caracterizar la naturaleza de los saberes humanos, por lo menos en su vertiente occidental, solía comparar la realidad con un poliedro global que las muy distintas ramas del saber que hemos ido construyendo parten en incontables rebanadas. Nos pasa a todos algo parecido cuando intentamos comunicar nuestra particular percepción de las cosas. Es injusto, pero algunos tienen la suerte de que su personal manera de trinchar las rebanadas de la experiencia propia nos interesa más que otras. Es lo que me pasa con los artículos de Hughes. Los puntos de vista que descubren las rebanadas de realidad partidas por su peculiar subjetividad lo mismo me dejan muy perplejo, como cuando da rienda suelta a su peregrina “Trumpofilia”, o me interpelan positivamente en la mayoría de las ocasiones. Así ocurrió con la aguda glosa que hacía el pasado día 25 de la  última y muy comentada película de Christopher Nolan

Tropas francesas embarcando en Dunkerque 

Vaya por delante mi rotunda y definitiva consternación frente a una evidencia incontrovertible: la percepción que tenemos de la historia del siglo XX, particularmente de los grandes conflictos bélicos no es la de los historiadores sino, casi exclusivamente, la que nos han dejado las películas más exitosas sobre el tema. O mejor dicho, la que nos van dejando porque en las pantallas la historia no para de reinventarse. De forma a veces inesperada como en este caso. A poco que nos pusiéramos a reflexionar, se nos tendría que poner el pelo como escarpias. Se trata de versiones que se sitúan siempre entre la impostura y la experiencia de las drogas. En este caso concreto, el improbable propósito de regresar al ya casi olvidado drama de Dunkerque y el aparente éxito del intento demuestran algo que todos los estudiosos del sentimiento nacional han glosado abundantemente: no es tanto la realidad del acontecimiento la que refuerza el sentimiento de pertenencia comunitaria, sino que es éste el que va dotando a los acontecimientos del significado que mejor le conviene. Para ello lo mismo da que este acontecimiento sea una derrota o una victoria, siempre encontraremos algún motivo para autocomplacernos. 

 El torpedero francés "Borrasca" hundido
Murieron 500 evacuados

Así, de niño, en mi colegio, de la derrota francesa de Garellano (1503) a manos del Gran Capitán, el manual de historia destacaba principalmente el heroísmo de Bayard, “el caballero sin miedo y sin tacha”. Todo sirve para hacer historia propia. Ciertamente es particularmente francesa esta fascinación por las derrotas gloriosas antes que por las victorias, Waterloo antes que Austerlitz, la exaltación de la heroica defensa del atrincheramiento de Dien Bien Phu (1954) antes que la estupidez de su concepción estratégica y la aberración de su ubicación. Creo que esta tendencia tiene mucho que ver con la imagen maternal y benevolente que de sí misma quiere dar y tener Francia y también con la tormentosa relación con Alemania. Se trataba de acreditar la idea de que, a diferencia del difícil vecino del Este, Francia, por naturaleza, no ha sido nunca agresiva. La actitud de los ingleses suele ser bastante más autosatisfecha. En su versión de la “Peninsular War” poco aparecen los españoles. En su mitología de Waterloo se tapa, todo lo que se pueda, el papel de los numerosos aliados, belgas, neerlandeses, alemanes ¡incluso franceses monárquicos! Y sobre todo los 50.000 y decisivos prusianos de Blücher

En el colegio  también me enseñaron que la olvidada, mortífera e inútilmente victoriosa Guerra de Crimea (1853-1856) había opuesto los rusos a una coalición franco inglesa. Leer algunas fuentes inglesas casi nos convence de que los ingleses estaban solos ¡como en Dunkerque! Sólo tardíamente descubrí que los franceses eran tres veces más numerosos que los ingleses, un poco como en la “Campaña de Francia” de mayo-junio 1940. Como en la “Campaña de Francia” habían cargado con el peso principal de las operaciones, por ejemplo con la decisiva toma del bastión de Malakoff en 1855. Durante aquella guerra, si la Brigada Ligera mandada por Lord Cárdigan, no quedó totalmente aniquilada tras la estupidísima carga (25.10.1854) ordenada por Lord Raglan y cantada por Tennyson, fue por el contraataque lateral efectuado contra los rusos por un regimiento de zuavos franceses.

 Soldados franceses abandonados el 4 de junio

En los tres o cuatro primeros meses de 1914 el pequeño ejército inglés quedó prácticamente aniquilado, mandos incluidos. Los ingleses tuvieron que reconstruir sus fuerzas a partir de la nada. Las jóvenes y sofisticadas ladies paseaban entonces por las calles exhibiendo plumas de gallina que restregaban por los morros de cualquier joven apuesto que aparentase escasas intenciones de alistarse para ir al matadero. La impreparación de aquel nuevo ejército, la incompetencia de sus mandos explican en gran parte la desastrosa y sanguinolenta ofensiva del Somme (del 1 al 18.11.1916). En cuya ocasión los franceses participantes alcanzaron todos sus objetivos, inexplotables por culpa del rotundo fracaso británico.

En Dunkerque, los franceses constituyeron, según cifras, entre el 36,4 % y el 41,4  % de los 338.226 evacuados. De los 848 barcos heteróclitos que participaron en la operación más de 300 eran franceses. De modo que su esperpéntica ausencia en la película de Nolan no hace más que inscribirse en una tan histórica como imperturbable tradición de cara dura británica. “¿Cómo habrán visto la película los franceses?”, se pregunta inteligentemente Hughes. Pues exceptuando un poco de acritud en un artículo de Le Monde, con resignada ironía en general. Los ingleses son los ingleses. Como le decía el escorpión a la rana en el conocido apólogo: “¡Sorry, that’s my nature!”.


 Soldados franceses prisioneros tras defender Dunkerque

Aquella llamada  por los británicos “Operation Dynamo”  se desarrolló entre el 21 de mayo y el 4 de Junio de 1940. En días anteriores, el gobierno francés había relevado de su mando al timorato jefe de estado Mayor, general Gamelin, para sustituirlo por el general Weygand, fogoso ex brazo derecho del mariscal Foch en los últimos meses de 1918. Weygand se decide entonces a intentar la necesaria y crucial contraofensiva demasiado demorada por Gamelin. Los cazas franceses, además de muy mermados en la batalla, eran inferiores al Spitfire de los aliados. Weygand pidió al mando británico una intervención masiva de la RAF en la proyectada contraofensiva, pero, desde Londres, se la negaron. “Durante aquella miserable discusión -escribirá Churchill más tarde- me obsesionaba el dolor al pensar que Gran Bretaña no había sido capaz de una aportación más importante a la guerra y que, hasta entonces, los nueve décimos de los esfuerzos y los noventa y nueve centésimos de los sufrimientos habían caído sobre Francia sola …”. Peor todavía, los británicos abandonaron unilateralmente el frente e iniciaron la retirada hacia Arras y luego Dunkerque dejando un enorme hueco  entre los restos del ejército belga a su izquierda y el ejército francés a la derecha. Hay que tapar precipitadamente el hueco y renunciar a la proyectada contraofensiva. El 28 de mayo el ejército belga capitula. 

El ejército francés se queda solo en un frente totalmente desestabilizado. Lo que queda de él consigue asestar algunos golpes serios a los alemanes y crear unas pocas bolsas de resistencia, pero queda sistemáticamente desbordado en sus alas por la movilidad alemana. Protegen la cabeza de puente de Dunkerque la 12 división de infantería motorizada y unas tropas heteróclitas al mando del general Bertrand Fagalde, básicamente elementos de la 68 Division de Infantería, entre 35.000 y 40.000 hombres que resistirán, a uno contra diez, hasta el final de las operaciones de evacuación. Los que no morirán acabarán prisioneros. Es cierto que el general Rundstedt, temeroso de la proyectada contraofensiva había retenido el impulso de la ofensiva alemana, pero sin el sacrificio de las citadas tropas francesas la Operación Dynamo hubiese terminado en clamoroso fracaso. Resultaría particularmente obscena  la ausencia, en la película,  de cualquier alusión a su determinante papel si no fuese porque a estas alturas habrá quedado claro el malentendido: hablamos de historia y Nolan de rentabilidad del chauvinismo cinematográfico. A estas alturas no sé si merece la pena recordar otras líneas posteriormente redactadas también por Winston Churchill cuya lealtad y empatía con Francia fueron innegables: “La resistencia heroica del ejército francés salvó al ejército británico y permitió a Inglaterra proseguir la guerra”.

 Dunkerque
Junio de 1940

Durante aquellos terribles momentos un batallón británico llegó a disparar sobre soldados franceses para prohibirles que embarcaran. El rencor hacia los ingleses explica que fueran tan poco numerosos los oficiales del ejército de Vichy en pasarse a De Gaulle. En aquellos años prosperó un dicho: “Los ingleses siempre están dispuestos a morir hasta el último francés”

Un excelente amigo mío tan inteligente y brillante como culto, pero sin duda afectado por un típico defecto de la derecha española ilustrada (que la hay), el de rumiar excesivamente los sedimentos de la historia, me ha conminado en varias ocasiones a aclararle sus dudas sobre tan terrible época. No consigo aclarar las mías. Pero no conozco nada tan desesperante como esas constantes revisiones de la historia que terminan enterándonos de que los que perdimos podíamos haber ganado y los que ganaron podían haber perdido. Nada más vano y desquiciador frente a la inalterable realidad del pasado. De qué sirve saber que los mil aparatos alemanes derribados por los franceses durante los meses de mayo y junio de 1940 les hicieron una falta cruel a los alemanes durante la Batalla de Inglaterra. De qué sirve saber que los carros franceses Somua o Renault B1 de 32 toneladas eran muy superiores en blindaje y potencia de fuego a los Panzers II y III, que eran poco más que chatarra inofensiva, si el uso táctico que se hizo de ellos era timorato y obsoleto. De qué sirvió que, en 1934,  un oscuro coronel llamado Charles de Gaulle publicara un libro titulado “Hacia un ejército profesional” donde promulgaba la concentración de los blindados en unidades compactas y ofensivas capaces de romper el frente. El estado mayor francés, a menudo meapilas, monárquico y antirrepublicano, lo ignoró. Rommel, Guderian y Von Manstein devoraron el escrito.  

Durante la llamada en francés “drôle de guerre”, algo así como “la guerra extraña o insólita”, en alemán “Sitzkrieg”, “guerra sentada”, que duró entre septiembre 1939 y mayo 1940,  los adversarios permanecieron pasivos y mirándose con cara de póquer. En gran parte porque el ejécito de Hitler, bastante menos poderoso  de lo que se creía estaba demasiado ocupado en acabar con Polonia. El Estado Mayor francés por muy lerdo que después demostrara ser, se dio cuenta de la situación y especuló con atacar el Ruhr. Para ello solicitó una fuerte contribución de la RAF que ya en aquel momento le fue denegada. Allí se demostró que como en 1914-1918 los británicos esperaban que también en esta ocasión Francia les sacaría las castañas del fuego. El sueño secreto del Reino Unido, fiel a su línea de conducta secular, siempre fue y sigue siendo -no otro es el estúpido sueño del Brexit- el de sobrevivir intacto a una Francia y una Alemania mutualmente debilitadas.

Veo que estoy incurriendo en el mismo defecto que denunciaba hace un rato. Epiloguemos brevemente. El libro más sorprendemente lúcido, penetrante y perspicaz que he leído sobre el período es “La agonía de Francia” (Libros del asteróide 2012) del imponderable Manuel Chaves Nogales que recientemente huido de la Guerra Española donde “hunos” y otros coincidían en la voluntad de arrastrarlo a la tapia del cementerio, demuestra un asombroso e íntimo conocimiento de la realidad francesa. Por lo demás “the splendid isolation”, el “espléndido aislamiento” venerado por los británicos remite, en inglés como en español, a una etimología insular. Y con este tópico parece  una vez más que todo queda dicho. En segundo lugar, y para atajar ya cualquier disquisición sobre tan tremendo conflicto me inclino por una explicación muy sencilla: las personas educadas tenemos todas las de perder si, en la calle, le da por agredirnos al típico macarra. Similarmente las democracias ni son capaces de pegar primero ni lo son de pegarse en general. Siquiera para defenderse y en esto creo que nunca aprenderemos la lección.

Por lo demás la historia es bastante más apasionante que cualquier peli y algunos, además, tenemos la desaforada pretensión de portarnos como mayores de edad.

Estela de los sacrificados en Dunkerque