viernes, 7 de julio de 2017

Trump en Varsovia



Hughes
Abc

Los discursos que Trump en el exterior demuestran que ha llegado a una forma de entendimiento entre el aislacionismo primario de su campaña y su responsabilidad internacional. El discurso de Varsovia tenía algo de eso. Era el sitio para hacerlo. Retórica patriótica común e interpretación ajustada de Occidente y la situación del mundo.

Ahí está la flexibilidad de Trump. Ha dotado a la OTAN de otro sentido. No la desmonta, la reinterpreta. La intenta revitalizar. Sobre el discurso exangüe de Obama llega esto. Dice que hay que invertir, recuerda las obligaciones de aportación económica a Europa, y además recuerda que debe haber otras de tipo moral. Los valores. Si todo el mundo habla de valores, ¿por qué no va hacerlo el presidente de los Estados Unidos?

Antes de hablar del discurso, hay que volver a algo sobre Trump. Ese discurso interesa porque, entre otras cosas, evidencia que Bannon “is in da house”. Bannon está. Lo sospechábamos por la pendencia repetida con los medios. Bannon la pretende, no la rehuye. Además estaba la duda sobre la política internacional. El bombardeo en Siria parecía la toma de poder del Halconato Neocon, pero en los discursos, en la política exterior trumpiana vuelve a aparecer el núcleo ideológico de su campaña.

Antes, dos cosas que cuesta ver en los medios españoles. Una es la reciente encuesta sobre el apoyo nacional a su política de veto inmigratorio a determinados países. El 60% de los votantes están a favor; el 28% en contra. Un 41% de los demócratas la ven favorablemente. Esto vino después de la decisión de la Corte Suprema que dejaba con efecto una versión limitada de la Orden. En segundo lugar, quiero recordar una reciente entrevista al fundador de Alibaba, el chino Jack Ma. Es interesante para entender el surgimiento de Trump y la pertinencia de su orientación económica. Ma vino a decir que Estados Unidos se equivocó en las últimas décadas. Que se centró en la tecnología y dejó ciertas industrias para México y China. IBM, Microsoft, ganaron mucho dinero, ¿y dónde fue? Ma se hace la pregunta. El dinero se fue, en trillones de dólares, a apoyar una docena de guerras en el exterior y a Wall Strett con su pozo sin fondo de crisis financiera en 2008. México no le robó el empleo a Estados Unidos, eso es retórica electorera, fue una mala decisión política. ¿Y si hubieran destinado parte de esos fondos al desarrollo de la industria en el Medio Oeste? El nacionalismo económico surge en este momento.

Jack Ma

A ese momento exacto de Aislacionismo, de vuelta a una tradición americana existente, no a una repentina ceguera basada en artefactos como la Postverd, regresa Trump, es decir: una reacción a la globalización, a sus efectos. Justo ahora estamos viendo cómo adapta eso a las obligaciones internacionales. Cómo lo entremezcla con las instituciones. Cómo exporta su discurso o lo moldea a la realidad. Trump no es un fanático. ¿Nadie vio nunca su reality? Trump se mete en la OTAN, saluda a Putin, retorna ahora lo global. Lo dijo una vez: Globalistas, sí, pero nacionalistas. Y entiéndase aquí la acepción americana, más suave, del término.

Trump es una corrección a la globalización más que un retorno a los años 30. Hasta que la “intelligentsia” lo vea no hay más que muerte civil para el curioso. Porque no hay nada iconoclasta, nada temerario. Lo que sí hay, y volvemos al asunto de la Corte Suprema y el originalismo, es una fuerte carga ideológica detrás, que sólo la pereza o la mala fe puede resumir en “supremacismo blanco” o friquismo Alt right.

¿Qué dijo Trump en Varsovia? En Varsovia volvió el fondo de Bannon, con la finura de Miller y la teatralidad insuperable de Trump. El discurso en Varsovia es importantísimo. Muy rápidamente (perdone el lector, pero hay que escribirse otras cosas hoy) repasamos algunos elementos del mismo: El dualismo. Bien contra Mal, Paz contra Guerra. Una deriva maniquea que sitúa a Oeste contra una amenaza concreta: el islamismo radical e ISIS en particular y a corto plazo. ISIS como forma de acuerdo entre potencias. Ojo, ya no como la palanca en la zona, sino como la forma de alianza supranacional y hasta puente con Rusia. Pero el islamismo radical, como ya dijo a los 25 de la reunión de Arabia Saudí, cuando además les recordó que Estados Unidos ni era superior ni iba a imponerles su democracia. ¿Pero no fue eso un prodigio de respeto civilizatorio y hasta de relativismo? Además del enemigo exterior, tan útil para la movilización ideológica, en el discurso latía otro enemigo implícito, interior, occidental. Algo así como la disolución moral. Bannon puro. La deriva occidental: la separación de sus fuentes originarias.

En Varsovia clavó su pica Trump. En el corazón de Europa. Entre Merkel y Putin. Donde Juan Pablo II y donde la estatua de Reagan. Polonia como reserva espiritual de Occidente, bisagra entre el nazismo y el comunismo. La afirmación del capitalismo, la libertad y las raíces católicas. Trump afirmó allí los valores nacionales, la identidad nacional frente al internacionalismo e interpretó la OTAN como una Comunidad de naciones con pleno sentido reeditando el espíritu de la alianza bélica frente al totalitarismo, pero sin disolver el Estado Nación ni la identidad propia. Alianza de estados libres. Por primera vez en años hubo un orgullo “otaniano”, algo así. El elogio de la comunidad atlántica fue desconocido.

“Escribimos sinfonías”, dijo exaltando la cultura occidental (no hay que tomarlo al pie de la letra, es difícil, no imposible del todo, imaginar a Trump componiendo una),y mencionó la libertad de expresión y la libertad individual. Subrayó la identidad nacional que vinculó claramente a valores espirituales, a Dios. Aquí surge lo estridente, lo que no conocíamos. Había algo teológico en el discurso, llevó a Europa el sentido trascendente de la democracia americana y se inspiró en el “We Want God” de los polacos al Papa en los 80. ¿Qué líder había sido capaz en Europa de defender la raíz cristiana y moral de los valores occidentales? También recordó, muy expresamente, que lo que disfrutamos sobrevivió por el sacrificio patriótico de héroes. La ardorosa retórica nacionalista del MAGA puede ser repetida en un país como Polonia. Eso es una novedad, guste o no, y se opone al fundamentalismo republicano y el laicismo a la francesa. Ése es el enemigo íntimo: la disolución moral.

Hay algo de melancólica reacción en el trumpismo. Hay algo que aún pueden salvar en Estados Unidos. En Europa es más difícil. Se parece a una revitalización, al intento de reconectar el mundo actual a sus fuentes originarias. Reinstitucionalizar el mundo moderno. Parece una extraña forma de fontanería civilizatoria, de reacción americana. Algo disruptivo, revolucionario, neohamiltoniano.

Y a Europa le pide el dinero de la OTAN, pero también valores. O uno con el otro. Es una forma agradable, dadora de sentido de reclamar la pasta. Y el momento sublime del discurso, después de todo lo anterior, es cuando opone expresamente la fe y la familia al gobierno y la burocracia. Viene el líder democrático a apartar los falsos ídolos. La oposición está clara. De un lado el estatalismo que toma forma en redes burocráticas y en un globalismo gaseoso e internacionalista. Es decir, su visión de Europa y Bruselas; y de otro el fortalecimiento íntimo de la sociedad mediante la fe y la familia. Es notorio aquí el calado conservador del trumpismo.

(Perdone el lector lo apresurado del intento y la modestia del mismo, pero esto no se podía dejar pasar)

La familia