Lo que hay que mirar son los pies del torero en el centro del pase,
cuando se está pasando al toro, la distancia a que le pasa, y la
distancia a que se lo deja o remata el pase. Esa distancia, despegada o
ceñida, y la quietud de pies en ese instante es lo verdaderamente
importante del pase; más, mucho más que la distancia a que se coloca
para dar el pase. Porque la quietud y la distancia en el centro de la
suerte revelan que el toro va muy bien toreado, a su temple, muy
embarcado en la muleta, que el que manda es el torero. El pase hay que
rematarle, sin dejarse enganchar la muleta –temple- y llevarle, hasta
dejarle a una distancia, que el torero no tenga que irse, ni dar un
salto atrás, para ligar la faena sin interrupción, sin que pueda servir
de pretexto salirse para saludar. Ya saludará después.
Gregorio Corrochano