Unamuno
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Por si en España aún se gritaba poco, vuelve Unamuno: en serio, en una biografía de Juaristi, y a la moda, en una película de José Luis Gómez, que está en el “¡Muera la intelectualidad traidora!” de Millán Astray delante del rector en Salamanca. Gómez cree, porque le viene mejor, que lo que gritó es “¡Abajo la inteligencia!”, equivalente, ay, al ¡abajo la poesía! de Platón y muy inferior al ¡abajo la sabiduría! del amadísimo Juan-Jacobo:
–Todo pueblo que tiene costumbres –escribe Rousseau– debe guardarse con cuidado de las ciencias y sobre todo de los sabios, cuyas máximas sentenciosas y dogmáticas le enseñarán a despreciar sus leyes: es lo que una nación no puede hacer jamás sin corromperse.
Cuando el indio Alberto Guillén pregunta por Unamuno para incluirlo en “La linterna de Diógenes”, contesta Camba: “En Salamanca. Siempre se vuelve allí a coleccionar anécdotas y paradojas. Cuando tiene un repertorio se viene a Madrid”.
Hombre, sí, más de paradojas que de mujeres: “Lo erótico no me interesa y en la mujer veo sobre todo, como Goethe, una ‘bonne menagère’. La mujer de su casa, hacendosa y remengada, que dicen en mi país, es la que más aprecio”. ¡Como Pablemos!
“Hombre de España”, le llama Ramiro Ledesma (José Antonio prefiere a Ortega). Veleta de España, mejor. Republicano cuando no lo reciben en Palacio (“¡Y cuidado que me separan cosas de los republicanos!… ¡Esa nefasta idea federal!”). Gómez vibra con el “Venceréis pero no convenceréis”, pero ése es medio Unamuno. El otro medio es el que le dice a Ledesma: “Hay que contestar con insultos, con pedradas, con gritos de pasión, con botes de lanza. No hay que razonar con ellos. Si tratas de razonar frente a sus razones, estás perdido.” Azaña lo “fusila” en efigie con decreto de agosto del 36 por haberse sumado “de modo público a la facción de las armas”.
En el Ateneo comparó a Galán con Bolívar, y a éste con Don Quijote. Un día dijo:
–Soy un solitario en medio del tumulto.