Moribundo octubre en Fuentes Blancas
Mi madre
Francisco Javier Gómez Izquierdo
La muerte de Fidel Castro me ha pillado junto a la madre en Burgos, atento a las palabras de un Doctor que ella no necesita escuchar: “A la Nuri la veo bien. Va a salir todo sin problemas. No es lo mismo que con Carlos y con vuestro padre.” Mi madre, que sigue valiente, firme y cabal como durante toda su vida, y con la entereza propia de una estirpe serrana que parece agonizar, leyó en periódicos y libros que Carlos le recomendaba, que Fidel Castro entró en La Habana el día de su primera maternidad, el 6 de enero de 1959, día que tuvo a bien traerme al mundo.
Mi madre, que no se ha entusiasmado nunca con ningún personaje, si salvamos la Genoveva de Brabante que ella interpretó de joven en los pueblos de la Demanda, se ha parado a leer durante estos 57 años largos lo que salía en los diarios sobre el hombre de las barbas “alto como los pinariegos” por creerle de su quinta. Mi madre, tres años más joven que el difunto, llegó a la conclusión de que Castro dio mala vida a los cubanos y que no estaba bien que no se pudiera salir del país sin su consentimiento. “¡Concho, con Franco, que dicen era como el, vuestro padre pudo ir a trabajar a Francia!”. Me atacó cierta melancolía al echar cuentas de los años de la Revolución por ser los mismos que uno tiene y quizás también por coincidir la caída de la hoja de las hermosas arboledas de la Quinta y Fuentes Blancas. Un lujo forestal que no he visto en ninguna otra ciudad de España.
Casi 58 años de revolución en los que los revolucionarios lo han sido a la fuerza y muchas revolucionarias han recibido a los comunistas subvencionados de Europa disfrazadas de sonrisas y sin poder ejercer de feministas como sus camaradas, por culpa de la necesidad. Casi 58 años en los que a un monstruo se le ha vestido de héroe gracias a que los grandes periódicos y universidades de Europa han abandonado la preocupación por las vidas de “la gente” corriente y han abrazado el canto gallináceo de los nuevos aedos. Casi 58 años en los que el mundo se ha vuelto del revés, menos Fidel Castro, que del caqui pasó al chándal. Espero celebrar esos 58 años, el próximo 6 de enero, junto a mi madre, como estuvimos el día que Fidel Castro entró en La Habana. Con “la Nuri” echa una jabata.