Juez Marshall
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La investidura de Snchz carece de relevancia política o artística, pues hasta un atlante del Estado de Partidos como Francesc de Carreras dicta un artículo de fondo para decir que “el candidato no parece reunir los apoyos suficientes para alcanzar las mayorías suficientes”, lo cual tampoco parece la sentencia Marbury vs. Madison del juez Marshall, como cree Carreras.
La investidura de Snchz es ese número que en los tiempos muertos (que son los nuestros) de la NBA interpretan las mascotas de los equipos, como el Benny the Bull de los Bulls o el Jack Nicholson (mascota no oficial) de los Lakers. Pero Girauta, que hace de Lérida de Durán, que es Rivera, ve aquí… “la regeneración democrática”. ¿De qué color es un camaleón en el espejo? Ésa es la pregunta que nunca ha contestado un partido centrista.
La jarana (sin llegar al escándalo, privilegio sólo de naciones orgullosas) está en la calle. Como Otegui, el Gordo, alias que tiene su importancia, pues una de sus víctimas, Cisneros, padre de la Constitución del 78, sólo se libró de la muerte metiéndose debajo de un coche.
A Otegui una representación popular como escapada de algún libro de Julio Caro Baroja lo recibió en la calle con banderas surafricanas porque un hispanista de misa y olla, Jon Karlin, biógrafo de Mandela, cree ver en los mofletes del gudari de Elgóibar la paz de Madiba, una paz como la que en Heidegger producía “Una tarde de invierno”, el poema de Trakl.
“Peace for our time”, en inglés, y en español, “Nos ha tocado el Gordo”, pues Otegui sale del talego para ser lendakari “marsita-leninita” (línea cubana), y por eso el caluroso recibimiento que le han tributado, en contraste con la tibieza (por la sangre) del dispensado a Yoyes o la frialdad del ofrecido a Urrusolo, por citar a otros partidarios de la “Peace for our time”.
En cuanto a lo de Snchz, la sensatez indica desde el 20-D repetición de elecciones, jugada que sólo vio Rajoy, el más espabilado de la pandilla.