miércoles, 9 de marzo de 2016

Mujerajes

Cebralín


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Parecía que el feminismo quería más pantalones para ir por la oficina, pero ahora sabemos, por los comunistas valencianos, que lo que quiere es más faldas para cruzar por los pasos de cebra.

¡Qué bien está Solana en Valencia! –volvería a decir Gecé, si lo viera.
El pantalón, adoptado de los “sans-culottes” por los capos franceses en señal de solidaridad con las masas, tenía un prestigio revolucionario.

La falda, en cambio, es un fetiche burgués. Para el burgués, la mujer no es, según Marx, otra cosa que un instrumento de producción. Marx es un salido que cree que los burgueses “encuentran un placer singular en conquistarse mutuamente sus mujeres”, y al matrimonio burgués, o “comunidad hipócritamente disimulada”, opone el matrimonio comunista, “una comunidad franca y oficial”.

En Podemos, como no son hipócritas, celebran el Día de la Mujer con retratos de sus machos alfa Pablemos y Errejón, y el comunismo llama a estos “homenajes” a la mujer… “mujerajes”.
El “mujeraje” de Errejón (montaje de centauro de Errejón con cebra) revela la tensión de la hegemonía entre el núcleo irradiador y tal y tal y tal, un esfuerzo dialéctico que con la ayuda del “Manifiesto” podría formularse así: tesis: el casado burgués; antítesis: Errejón (especie de Sgaranelle, el personaje de Molière, español); síntesis: la comunidad franca y oficial.
Y el eslogan “Ahora la vida es mejor, camaradas, la vida se ha vuelto más alegre” se convirtió en una verdad de Estado –nos dice Dombrovski, antes de describir “nuestras bellezas socialistas”, las May May y las Gloria Swanson para las masas, “¡nada de escotes ni minifaldas, ninguna rodilla descubierta ni pantalones!”

Se ponían medias doradas y transparentes con flechas, relojes Zenit masculinos de acero aleado y paseaban perritos rabiosos que rugían enérgicos con ojos como telescopios y hocicos de sapo.

Tener una secretaria así se convirtió en una cuestión de honor para cualquier comisario del pueblo.

Dombrovski