viernes, 18 de marzo de 2016

Tic tac



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Bien dicho tiene Carl Schmitt, al que mal leído tiene María Soraya, que todos los conceptos centrales de la moderna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados.
En las partidocracias los partidos son órganos del Estado, y nuestros viejos partidos estatales hablan como los viejos teólogos parroquiales, que impresionaban a las viejas con la analogía del relojero.

Le digo, doña Casilda, que un mundo sin Dios es como un reloj sin relojero.
Los tertulianos, tan lejos de Dios y tan cerca del reloj (el tiempo es oro), dicen que el partido de Mariano es “una bomba de relojería”, o sea, el tic tac de acojonar a los ricos que agitaba Pablemos, pero con María Cospedal fumando un cigarro sentada (a lo Bakunin, un Bakunin de suculentos labios) sobre el barril de pólvora.

El reloj de la democracia –repite como un loro viejo Pdr Snchz, que llegó al cargo con la promesa de acabar con la corrupción… “preveyéndola”.

Hasta Snchz, el reloj de la democracia era un peluco que Bono daba a la tercera edad cuando era calvo.
Pemán cuenta que en el Congreso (y la Congresa) don Juan de la Cierva escogía para sentarse el escaño que está verticalmente debajo del reloj del salón, y que esta localización (“¡Don Juan se ha sentado debajo del reloj!”) marcaba el turno del poder, pues era costumbre que el jefe de oposición se sentara “debajo del reloj”, esperando, como Snchz, a que llegara “su hora”.

Y todo esto pasará –es la frase escrita en el reloj de la democracia de Snchz, que es la que dictó Salomón a quien le pedía una sentencia que sirviera para moderarse en las alegrías y en las penas.

A juego con la ficción de la separación de poderes que ahora nos traemos, en el Congreso pegaría el reloj que según Foxá regalara el emperador alemán al califa cordobés, con su alegoría para cada hora:

A las 4, carneros topando a una campana verde; a las 7, un Carlomagno; a las 12 (plenitud del Tiempo), aparecía y desaparecía una Muerte con espada.