domingo, 13 de marzo de 2016

El cementerio de Valeriano

La otra mezquita de Córdoba
Con un patio de palmeras en vez de naranjos 

Francisco Javier Gómez Izquierdo

      Cuando hace unos días murió Umberto Eco me dí cuenta del deterioro galopante en el que cabalga mi memoria, porque no recuerdo más que vagamente El péndulo de Foucault. Entre  una niebla espesa distingo complejidades vestidas ridículamente que me divirtieron en los lejanos días de su  lectura, pero creo que en síntesis el autor se reía de los estrelleros y nigromantes que en el mundo han sido desde un profundo conocimiento de la Historia Medieval. Mi amigo Paco, culto y sapientísimo como pocos, me ponderó el Péndulo y sentenció a las zahúrdas de Plutón el Baudolino, novela con la que también me divertí lo suyo, pero mire usted por dónde, las irreverentes trastadas que el ilustre italiano ha querido nos sirvan de referencia para distinguir tramposos tienen en “"El cementerio de Praga”, lectura que me queda más reciente, el pienso idóneo para que abreven  “listos” de todas las naciones.

     ...Y es que perdonen que les de la tabarra con las necedades que cada día nos saca la prensa de Córdoba a costa de la legítima propiedad de la Mezquita. El nuevo personaje de la tragicómica función merece ser sacado del Cementerio de Praga por sus misteriosos documentos, su grave disposición, su escribir de jurisconsulto, sus históricas exposiciones, y en fin, lo que ustedes no imaginan, con la única intención, supongo, de ganar la batalla a Fernando III, rey paisano de un servidor.

    El hombre se llama Valeriano Lavela y es Secretario de Ayuntamiento. A mí me parece que, como un personaje de Umberto Eco, le ha dicho a la alcaldesa Ambrosio que no se preocupe, que lo de la Mezquita lo arregla él en un pispás, y ni corto ni perezoso le ha redactado 17 folios demoledores para que la  alcaldesa los guarde en caja fuerte y presentarlos en no se sabe qué juicio final. El documento es tan secreto, que hoy lo publican los periódicos de la ciudad sin que falte en alguno de ellos cierta sorna justificada.

   Como el inventado, plagiado y utilizado a conveniencia documento de la reunión judeomasónica en el cementerio de Praga, resulta que el informe de Valeriano está copiado “letra a letra y coma a coma” -titular de El Día de Córdoba- de un artículo de Antonio Manuel Rodríguez,  el profesor y político que empezó el entretenimiento y del que ya dimos cuenta en su día. No olvidemos que el profesor Rodríguez se ha encajonado entre los círculos de Podemos después de aventurarse en los caminos de aquel Partido Andalucista que después de muerto ha colocado un alcalde en Barbate.

     El cortar y pegar del plagiador Valeriano, que considerando su puesto de Secretario no creo posible que al hombre puede acusársele de falsificador, no impide que tenga ideas propias  e invente la curiosa, por novedosa, figura jurídica denominada “supradominio público”, que superada la sorpresa inicial viene a significar que la Mezquita no es de nadie y a la vez es de todos. Pero de todos, todos, sin importar, sexo, raza, religión o ¡chúpate ésa!, nacionalidad. Vamos, que la mezquita es tan de usted como de un tagalo.

    A los periodistas les ha sonado el despropósito, a pesar del disimulo de Valeriano en numerar los párrafos del profesor Rodríguez como apartados originales, porque entusiasmado con su obra no se molestó en cambiar el ejemplo que se queda en la memoria del lector: “...la consagración religiosa no es, jurídicamente, un modo de adquirir la propiedad. Si así fuera la Sagrada Familia de Barcelona habría pasado al poder del Estado Vaticano desde que fue bendecida por el Papa.”
    
      El profesor Rodríguez, el Secretario Valeriano y aquellos que los contratan o adulan, que uno ya no tiene claro qué puede mover a estas almas de cántaro, no saben o no quieren explicar qué pasó con las mezquitas que no consagró el Obispo que bajó de Castilla con el Rey Santo. Permitan que se lo recuerde un servidor, que no es profesor de nada, sino un modesto bachiller, pero, ¡eso sí!, de antes de 1975.

   Aquí mismo, en Córdoba, tenemos Medina Azahara. Un complejo civil siempre en ruinas que es de la Junta y no del Ayuntamiento y de cuya gestión ... y gasto... mejor no hablar. En Medina Azahara había una mezquita que no se consagró, pero que se aprecia perfectamente qué se hizo con ella. Destruirla sin miramientos. A mí, personalmente, me incomoda el abandono de lo que jurídicamente compete administrar a los amigos del profesor Rodríguez y el Secretario Valeriano, pero se ve que al Ayuntamiento de Córdoba le placen más los abandonos que la protección de los edificios históricos de su ciudad.