Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Pedraz es un juez consecuecionalista.
–Es notorio que el elemento consecuecional...
Eso dice el auto de Pedraz sobre los sucesos del Congreso, donde tribus de pacifistas, dando vivas a la República y al Déficit, pretendían que unos diputados elegidos por la voluntad del pueblo quedaran destituidos “ab irato”, al modo de los benditos y republicanos 30.
Pedraz sería así el Mateu Lahoz de la Democracia Popular, ese Barça de canteranos buenos que hay que proteger de la justicia burguesa, negándose a expulsar a Busquets por el elemento consecuecional...
¡Consecuecional! Parece de Gil, pero sin el ingenio de Gil, y me preguntaba yo cómo puede leer bien las leyes alguien que escribe tan mal los autos cuando Rosa Belmonte tuiteó justo lo que uno andaba necesitando: “El juez Pedraz tiene el pelo demasiado largo como para dar la razón a la policía…”, rematando el lance con una media muy Chenel:
–Y parece que ha escrito “consecuecional”.
El consecuecionalismo de Pedraz, que llevaría a cualquiera que no fuera juez a la cárcel de papel de “La Codorniz”, lleva al juez Pedraz a arrancarle un pelo al lobo democrático con un solecismo primorriverista (“la convenida decadencia de la denominada clase política”), cosa que ha visto Cristina Losada, lo que me hace sospechar que a Pedraz sólo lo entiendan las mujeres.
–¿Qué concepto tienen de nosotros los que nos piden que seamos pacíficos? –exhortaba Largo Caballero a sus bragados pacifistas– ¿Que dejemos desenvolverse la producción?...
Tal como está el gamberrismo apolítico (mil euros por mear, beber o cantar), los chavales se pasarán en masa al adoquín impune de la santa indignación, y si yo fuera un Varsasvky ya estaría pensando en el negocio de las adoquineras.