(El cochero de Celia: Click)
Abc
“Para ser cochero, serlo de un marqués”, dice el ingenio andaluz, que el sábado pasó por el Bernabéu con el estruendo verderón del Betis.
El estadio, lleno. Pero de culés, según las últimas encuestas. “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, decía en sus insomnios Dámaso Alonso, que iba de hijo de la ira. Bueno, pues el Bernabéu es un estadio de cien mil culés (según las últimas “israelitas”). Si el sábado aplaudieron al Madrid, sería por el efecto de la luna llena.
Los cien mil culés del Bernabéu aplaudieron al Madrid, que tiene dos equipos; aplaudieron los cuatro goles, que pudieron ser ocho; y aplaudieron con la pasión de Noel Gallaher a Mourinho, el entrenador de los mil goles, cifra incomprensible en un hombre que viene a ser futbolísticamente el epígono de Benito Díaz, Maguregui, Clemente y José Antonio Naya.
–Mil goles… ¡pero al contraataque! –objetan en el pescante los cocheros del marqués, mientras invitan al caballo, ahora que no hay torrijas, a una trenza, un bollo, unos churros…
Con desprecio del baloncesto, que es deporte universitario que castiga la posesión y el campo atrás, sólo valoran los goles precedidos de cuarenta y cinco pases, como el del Combinado Autonómico a Escocia en Alicante, todo lo cual tiene una explicación sociológica que no nos entra en este folio.
Me sorprendió el lleno del Bernabéu con el Betis a la misma hora que la manifestación de los indignados en Sol, donde se suponía, según la prensa, que iban a estar todos los madridistas, incluido mi querido Ussía, que dice que Florentino Pérez tiene al Madrid como Zapatero a España. Literariamente, no sé, pero, económicamente, si algún parecido tiene la España que Zapatero deja a Rajoy es el Madrid que Sanz dejó a Pérez.
¿Por qué la gente llenará el Bernabéu para ver a un Betis entrenado por un fabulador de la Mafia y El Vaticano?
Hay un hostelero en Sevilla que le lloraba a su casero, Lopera, cada vez que se le presentaba en el restaurante a cobrarle el alquiler. “Mire usted, don Manuel, la ruina que tenemos encima: siete nóminas en cocina, cinco en comedor… y un cliente en las mesas.” Y un día, pasándole la mano por el hombro, le respondió Lopera:
–¡Ni crizi ni leshes! ¿Sabes tú por qué no viene aquí nadie? ¡Porque la hente no tiene de qué hablá!
Y a lo mejor es a hablar a lo que la gente va al Bernabéu. El sábado se hablaba de lo gran central que es Sergio Ramos, de la alegría casi gallista de Marcelo, del sosiego de Alonso (que regenta el fútbol como si regentara un asador), de la mística de Kaká (que vuelve a levitar), de la fe de Higuaín (que ha heredado la cuchara de Raúl) o de la fuerza acorazada de Ronaldo…
De lo que nadie habló...
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“LA INSIGNIA”
En Andalucía la mentira pasa por ser la verdad de la imaginación. En Sevilla, el madrileño Pepe Mel ha escrito una novela, “El Mentiroso”, y en Madrid el sevillano Sergio Ramos ha descubierto que el fútbol es una gran mentira. ¿Y la insignia de Del Bosque? Al pobre Perico Fernández le dieron la de Plata al Mérito Deportivo y no se presentó en El Pardo porque tenía que comprarse unos zapatos y un billete de tren… Y añadió: “¡Si al menos me la diera Franco…!” Franqueza, se llama eso.
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En Andalucía la mentira pasa por ser la verdad de la imaginación. En Sevilla, el madrileño Pepe Mel ha escrito una novela, “El Mentiroso”, y en Madrid el sevillano Sergio Ramos ha descubierto que el fútbol es una gran mentira. ¿Y la insignia de Del Bosque? Al pobre Perico Fernández le dieron la de Plata al Mérito Deportivo y no se presentó en El Pardo porque tenía que comprarse unos zapatos y un billete de tren… Y añadió: “¡Si al menos me la diera Franco…!” Franqueza, se llama eso.
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