-El surco se extendía infinito frente a nuestros ojos. Tampoco ese día se cumpliría la norma, pero ¿a quién le importaba? En aquella escuela al campo nos ejercitábamos realmente en una práctica muy extendida por todo el país, la de simular que trabajábamos. Cuando los profesores nos observaban, doblábamos la espalda y fingíamos arrancar las hierbas malas que rodeaban las espigadas plantas de tabaco. Si se iban, volvíamos a la posición horizontal para hablar de nuestra principal obsesión de adolescentes que ¡sorpresa! no era el sexo sino la comida...
En Generación Y
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