Jorge Bustos
Parece irrefutable que, más allá de la farfolla mitinera que perpetúa el día de la marmota bipartidista, esta campaña electoral se resumirá en sólo dos noticias relevantes: la legalización de Bildu del principio y los vivacs sesentayochistas del final. Ambos sucesos invitan al español ilustrado a la melancolía o al exilio. Bildu es el corolario lógico de una infamia tan vieja como las negociaciones con ETA y como la sujeción del poder judicial al Ejecutivo, o sea, la definición técnica del fascismo según Russell. Las acampadas del ¿movimiento? 15-M ejemplifican en cambio el nacimiento de una pasión inútil, por citar el lema existencialista del filósofo de cabecera del mayo francés, el señor Juan Pablo Sartre.
Mientras tanto, hábil como siempre en las lides del agit-prop, el PSOE ejerce de Tancredi en El Gatopardo y se ha aprestado a fingir que todo cambia para que todo siga como está. Embarra la cancha socializando la culpa de la crisis con el PP –pobre Rajoy, se la van a liar otra vez– y, si es que finalmente no acaba rapiñando el voto útil de los acantonados en Sol o en Internet, al menos conjura el voto de castigo que iba a premiar a los populares. Soraya se esfuerza por desmarcarse del sistema manifestando “respeto” a las protestas y UPyD sentencia que ya las lleva en el programa. Pero aquí el trofeo Jara y Sedal del Club de Pescadores en Río Revuelto lo ostenta Rubalcaba.
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