José Ramón Márquez
Vuelta a Las Ventas con corrida netamente de los veranos de la Villa: Urdiales, Morenito de Aranda y Miguel Tendero se las veían hoy con una nueva entrega de los –ito, -ico, -illo, -uelo... En este caso se trataba de El Cortijillo, marca blanca de los Hermanos Lozano, procedencia Alcurrucén , vía artículo 7, que me parece que eso consiste en tomar todas las reses originarias del encaste Núñez que había en la ganadería de Palomo Linares, la del hierro de Graciliano, y traspasarlas al nuevo hierro de El Cortijillo. Simplemente se aplica el artículo mágico y ¡plas!, he ahí nueva ganadería.
La verdad sea dicha que, aunque a uno le guste lo de Núñez, o lo que los Lozano han hecho con Núñez en Alcurrucén, lo que han echado hoy en Madrid era más feo que un dolor. ¡Vaya cabecitas las de los Cortijillos!, hay que ver lo feos que eran. La palma se la llevó el quinto, Segoviano, número 35, que era como Michael Jackson después del tratamiento de blanqueo, al que las eminencias veterinarias bautizaron hoy como ‘berrendo en colorado’, que lo mismo podían haber puesto también lo de ‘falso girón’, como el otro día. Tenía el pobre muy mala cara entre lo descolorido y lo ridículo de su conformación córnea, aunque él siempre mantuvo su hidalguía y a fe que nadie puede decir que le viese humillar la cabeza pese a su manifiesta fealdad y hasta el final de sus días mantuvo la cabeza bien alta, para fastidio de su matador.
Hubo otro que tuvo una salida poco usual. Fue el sexto, Clarinito, número 18. Se abre la puerta de los chiqueros y tras unos largos segundos aparece el toro muy quedo, pasito a pasito, con la parsimonia y el boato de los bueyes que portan los simpecado por la marisma camino del Rocío, en una impresionante salida de enorme efecto dramático, casi religioso. Algo más chusco fue el tercero, Musiquero, número 17, que según salió, miró el paisaje, que no le debió de gustar, y con las mismas se dio la vuelta y se volvió raudo a la paz y la oscuridad del chiquero. Me imagino en el interior del laberinto a Florito con una estaca echando al cuitado de Musiquero a palos de sus dominios.
Y siendo curiosas estas cosas, lo fue mucho más el tercio de varas, llamémoslo así, que hoy discurrió en un tono poco usual, pues ni recuerdo ya los toros que se picaron en el tendido 3 sin que un capote lo evitase o, peor aún, siendo un capote el encargado de echar al toro a donde no debía. Todo se puede mejorar, como es natural, y en este caso se hizo con la aplicación de esa nueva suerte de varas, heredera del tenis en que el toro va del picador del 3 al del 4 recibiendo su racioncilla de palo en cada uno. Se puede decir que, en general, así se picó hoy. Y los que llegaron al sitio, lo hicieron lo mismo de mal, pero en el 8. Así fue.
Y luego, la brega, que de eso no hay más que hablar. Y después las banderillas, que al menos se puede decir que hoy nadie tomó el olivo. Y los matadores.
A Urdiales o le han engañado o se ha vuelto loco, porque no se puede venir a Madrid, donde tiene su cartelito, en el plan tan deplorable que se vino esta tarde. Si él ha recibido las ovaciones de la plaza por hacer unas cosas y resulta que viene a hacer las contrarias y, encima, a ponerse espeso, es que algo le pasa. Se la pasó el tío tirando líneas por afuera, aliviándose lo que pudo y practicando ese detestable jogging que ahora practican tantos toreros y que consiste en pegarse una carrerita entre pase y pase, que eso debe ser un rato de cansado. Se puede calificar de un auténtico plomazo el breve paso de Urdiales por San Isidro.
Morenito de Aranda me dejó tan noqueado, tan sin palabras la última vez que le vi, que hoy apenas esperaba nada de él, y sin embargo ahí saltó la liebre. Morenito tardó en confiarse con el toro Gracioso, número 16, pero cuando descubrió que el pitón izquierdo era el bueno y decidió quedarse entre pase y pase, presentar la muleta y tirar del toro, eso unido a la embestida algo violenta del toro que aumentaba la emoción, hizo que sonaran sinceras palmas para el burgalés. No tuvo lo que se dice un concepto de faena y ni siquiera supo explotar el éxito y las palmas de las tres series de naturales, por lo que en conjunto creo que estuvo por debajo de las posibilidades del toro, pero mostró a Madrid otra forma de estar delante del toro distinta de la que han practicado todos cuantos toreros han pasado por lo que va de feria a excepción de Iván Fandiño y El Cid.
Su segundo era el cacho feo reseñado con anterioridad y con él nada pudo hacer, porque su oportunidad ya había pasado.
¿Y Tendero? Pues valga esta anécdota: según las mulillas estaban arrastrando al quinto, los espectadores comenzaron a abandonar las localidades huyendo de Tendero y sin prestar oídos a los que gritábamos: ¡No os vayáis, que en éste va a ser! Aunque la fe en ver algo siempre nos acompaña en esta afición, los que huían sabían bien que las posibilidades en este caso particular eran ínfimas. No me resisto a reseñar una cosa que hace Tendero, aunque no sólo él, sino también muchos más, que consiste en situarse frente al toro en el sitio que estiman oportuno y luego ir buscando otra posición andando como las muñecas del anuncio de ‘Las muñecas de Famosa/se dirigen al Portal...’, con unos pasitos chiquitos y seguidos que van dejando pintadas en la arena dos huellas paralelas, como carreteras de cuando jugábamos a las chapas. Es una forma fea y desagradable de ver a un hombre ir a un toro, porque siempre nos ha gustado en los toreros la naturalidad. Pero bueno, en cualquier caso y puestos a pensar en Tendero, acaso eso de las muñecas de Famosa sea lo que hace menos mal.
Vuelta a Las Ventas con corrida netamente de los veranos de la Villa: Urdiales, Morenito de Aranda y Miguel Tendero se las veían hoy con una nueva entrega de los –ito, -ico, -illo, -uelo... En este caso se trataba de El Cortijillo, marca blanca de los Hermanos Lozano, procedencia Alcurrucén , vía artículo 7, que me parece que eso consiste en tomar todas las reses originarias del encaste Núñez que había en la ganadería de Palomo Linares, la del hierro de Graciliano, y traspasarlas al nuevo hierro de El Cortijillo. Simplemente se aplica el artículo mágico y ¡plas!, he ahí nueva ganadería.
La verdad sea dicha que, aunque a uno le guste lo de Núñez, o lo que los Lozano han hecho con Núñez en Alcurrucén, lo que han echado hoy en Madrid era más feo que un dolor. ¡Vaya cabecitas las de los Cortijillos!, hay que ver lo feos que eran. La palma se la llevó el quinto, Segoviano, número 35, que era como Michael Jackson después del tratamiento de blanqueo, al que las eminencias veterinarias bautizaron hoy como ‘berrendo en colorado’, que lo mismo podían haber puesto también lo de ‘falso girón’, como el otro día. Tenía el pobre muy mala cara entre lo descolorido y lo ridículo de su conformación córnea, aunque él siempre mantuvo su hidalguía y a fe que nadie puede decir que le viese humillar la cabeza pese a su manifiesta fealdad y hasta el final de sus días mantuvo la cabeza bien alta, para fastidio de su matador.
Hubo otro que tuvo una salida poco usual. Fue el sexto, Clarinito, número 18. Se abre la puerta de los chiqueros y tras unos largos segundos aparece el toro muy quedo, pasito a pasito, con la parsimonia y el boato de los bueyes que portan los simpecado por la marisma camino del Rocío, en una impresionante salida de enorme efecto dramático, casi religioso. Algo más chusco fue el tercero, Musiquero, número 17, que según salió, miró el paisaje, que no le debió de gustar, y con las mismas se dio la vuelta y se volvió raudo a la paz y la oscuridad del chiquero. Me imagino en el interior del laberinto a Florito con una estaca echando al cuitado de Musiquero a palos de sus dominios.
Y siendo curiosas estas cosas, lo fue mucho más el tercio de varas, llamémoslo así, que hoy discurrió en un tono poco usual, pues ni recuerdo ya los toros que se picaron en el tendido 3 sin que un capote lo evitase o, peor aún, siendo un capote el encargado de echar al toro a donde no debía. Todo se puede mejorar, como es natural, y en este caso se hizo con la aplicación de esa nueva suerte de varas, heredera del tenis en que el toro va del picador del 3 al del 4 recibiendo su racioncilla de palo en cada uno. Se puede decir que, en general, así se picó hoy. Y los que llegaron al sitio, lo hicieron lo mismo de mal, pero en el 8. Así fue.
Y luego, la brega, que de eso no hay más que hablar. Y después las banderillas, que al menos se puede decir que hoy nadie tomó el olivo. Y los matadores.
A Urdiales o le han engañado o se ha vuelto loco, porque no se puede venir a Madrid, donde tiene su cartelito, en el plan tan deplorable que se vino esta tarde. Si él ha recibido las ovaciones de la plaza por hacer unas cosas y resulta que viene a hacer las contrarias y, encima, a ponerse espeso, es que algo le pasa. Se la pasó el tío tirando líneas por afuera, aliviándose lo que pudo y practicando ese detestable jogging que ahora practican tantos toreros y que consiste en pegarse una carrerita entre pase y pase, que eso debe ser un rato de cansado. Se puede calificar de un auténtico plomazo el breve paso de Urdiales por San Isidro.
Morenito de Aranda me dejó tan noqueado, tan sin palabras la última vez que le vi, que hoy apenas esperaba nada de él, y sin embargo ahí saltó la liebre. Morenito tardó en confiarse con el toro Gracioso, número 16, pero cuando descubrió que el pitón izquierdo era el bueno y decidió quedarse entre pase y pase, presentar la muleta y tirar del toro, eso unido a la embestida algo violenta del toro que aumentaba la emoción, hizo que sonaran sinceras palmas para el burgalés. No tuvo lo que se dice un concepto de faena y ni siquiera supo explotar el éxito y las palmas de las tres series de naturales, por lo que en conjunto creo que estuvo por debajo de las posibilidades del toro, pero mostró a Madrid otra forma de estar delante del toro distinta de la que han practicado todos cuantos toreros han pasado por lo que va de feria a excepción de Iván Fandiño y El Cid.
Su segundo era el cacho feo reseñado con anterioridad y con él nada pudo hacer, porque su oportunidad ya había pasado.
¿Y Tendero? Pues valga esta anécdota: según las mulillas estaban arrastrando al quinto, los espectadores comenzaron a abandonar las localidades huyendo de Tendero y sin prestar oídos a los que gritábamos: ¡No os vayáis, que en éste va a ser! Aunque la fe en ver algo siempre nos acompaña en esta afición, los que huían sabían bien que las posibilidades en este caso particular eran ínfimas. No me resisto a reseñar una cosa que hace Tendero, aunque no sólo él, sino también muchos más, que consiste en situarse frente al toro en el sitio que estiman oportuno y luego ir buscando otra posición andando como las muñecas del anuncio de ‘Las muñecas de Famosa/se dirigen al Portal...’, con unos pasitos chiquitos y seguidos que van dejando pintadas en la arena dos huellas paralelas, como carreteras de cuando jugábamos a las chapas. Es una forma fea y desagradable de ver a un hombre ir a un toro, porque siempre nos ha gustado en los toreros la naturalidad. Pero bueno, en cualquier caso y puestos a pensar en Tendero, acaso eso de las muñecas de Famosa sea lo que hace menos mal.