Siguiendo los pasos de Pizarro, el conquistador, y de El Cid, el torero, caí en el rincón que más me gusta de Trujillo, el Rollo, al lado de Casa Bautista, que despacha el mejor jamón bellotero de Extremadura, que es decir del mundo. Su dulzura encinera no tiene parangón. Y la excelencia del manjar se ve protegida por el amor propio empresarial, algo inusitado, hoy, en España. Este año, al regreso de la Feria de Sevilla (vale la pena de bajar a los toros a Sevilla sólo para, de vuelta, parar en Casa Bautista), por primera vez el laureado jamón de Montánchez rompió a salado. Y un simple e-mail puso en marcha una operación de rescate inconcebible: recogida inmediata a domicilio de la pata lastimada, y a vuelta de correo, entrega de una pierna fina y pimpante ricamente enclaustrada en un honrado estuche de cartón. Laus Deo.