Francisco Javier Gómez Izquierdo
Hay tres modas que me vienen llamando mucho la atención en los últimos tiempos y que son: los tatuajes, la compra de oro y las apuestas en el fútbol.
En lo tocante a los tatuajes, nadie como los futbolistas portugueses, y entre ellos, nadie como Meireles. En este Mundial han abundado más los dibujos confusos en los brazos que el elegante regate en los pies, y celebrándose el Campeonato en el país de las minas de oro, pareciera que todas las calles españolas se pusieran de acuerdo para comprar el preciado metal al peso. Es fama en el mundo del Hampa que los grandes botines de joyerías y cajas de seguridad en Europa acababan fundidos en talleres cordobeses, pero pudiera ser que sea fama infundada.
...Y las apuestas. Usted escucha la radio y se entera de que se apuesta hasta por quién saca de centro. Hay clubs que anuncian casas legalizadas en la camiseta y parece que es negocio de mucho futuro que tiene firme implantación en otros países. A mí eso de apostar por si el Spórting empata o el Mallorca gana me trae a la memoria a Robert Redford y Paul Newman en El Golpe, por lo que cuando hablo de apostar lo hago modestamente. Con Koffi, el ghanés que vende pañuelos en el semáforo de mi casa, me he jugado una cerveza a que Holanda juega la final en Suráfrica. Ante los paisanos de mi amigo, la celeste (Uruguay siempre será la celeste) agotó esa dosis de suerte que se precisa para jugar una final. Va a faltar Luis Suárez, la pareja ideal de Forlán, y a Diego Pérez no puede sobrarle la gasolina. En Holanda juega gente mayor de titular: Van Bommel, Gio, Ooijer... pero en la delantera está Robben, uno de esos jugadores capaces de ganar él solo un partido. Y Elía, también... y Van Persie... y a Kuyt no ha Dios que le canse.
Hay tres modas que me vienen llamando mucho la atención en los últimos tiempos y que son: los tatuajes, la compra de oro y las apuestas en el fútbol.
En lo tocante a los tatuajes, nadie como los futbolistas portugueses, y entre ellos, nadie como Meireles. En este Mundial han abundado más los dibujos confusos en los brazos que el elegante regate en los pies, y celebrándose el Campeonato en el país de las minas de oro, pareciera que todas las calles españolas se pusieran de acuerdo para comprar el preciado metal al peso. Es fama en el mundo del Hampa que los grandes botines de joyerías y cajas de seguridad en Europa acababan fundidos en talleres cordobeses, pero pudiera ser que sea fama infundada.
...Y las apuestas. Usted escucha la radio y se entera de que se apuesta hasta por quién saca de centro. Hay clubs que anuncian casas legalizadas en la camiseta y parece que es negocio de mucho futuro que tiene firme implantación en otros países. A mí eso de apostar por si el Spórting empata o el Mallorca gana me trae a la memoria a Robert Redford y Paul Newman en El Golpe, por lo que cuando hablo de apostar lo hago modestamente. Con Koffi, el ghanés que vende pañuelos en el semáforo de mi casa, me he jugado una cerveza a que Holanda juega la final en Suráfrica. Ante los paisanos de mi amigo, la celeste (Uruguay siempre será la celeste) agotó esa dosis de suerte que se precisa para jugar una final. Va a faltar Luis Suárez, la pareja ideal de Forlán, y a Diego Pérez no puede sobrarle la gasolina. En Holanda juega gente mayor de titular: Van Bommel, Gio, Ooijer... pero en la delantera está Robben, uno de esos jugadores capaces de ganar él solo un partido. Y Elía, también... y Van Persie... y a Kuyt no ha Dios que le canse.