Hughes
Tuvimos la generación del 98, la del 14, la del 27, la del 36, la del 50, la de los 70 o novísimos y, creo, la del 82, cuando el PSOE ganó las elecciones y el Estado se hizo, además de otras cosas, Estado Cultural, a la francesa manera pero con españoles alcances.
Víctor Lenore nos contaba hace unos días que ese modelo cultural del PSOE estaría agonizando. Puede. Es verdad que hay signos de agotamiento. Este fin de semana, sin ir más lejos, temblamos al ver la caída en el escenario de Miguel Ríos. 80 años de roquero, más años que un bosque, pero bosque de esos donde ‘entrenaban’ los etarras, y ahí estaba arriesgando la pelvis y cantando «bienvenidos, hijos del rock and roll», ya probables bisnietos. Puede que Ríos sea el hombre que más ha estirado, que más partido ha sacado a una chupa de cuero, pero ahí estaba metiendo la semillita generacional en Ojete Calor, con perdón.
La generación del 82 podrían ser los Almodóvar, Miguel Ríos, Ana Belén y Víctor Manuel, los Sabina, García Montero, y tantos y tantos, el ejército cultural del PSOE, como el inefable Benjamín Prado, otro roquerinchi convertido, ¡chas!, en actor en la serie del año.
Ahora otro ejemplo: la felicitación del 2025 que hace el Museo del Prado con la canción «España, camisa blanca», cantada en espeluzante y alipórica capela por Ana Belén (veo a Letizia en ella). El museo vacío, cerrado como cuando la cumbre otanera, reverberando en las pinturas y paredes las notas de la cantante del Agapimú y, peor aún, las letras de Víctor Manuel, que no de Blas de Otero, como se repite, pues las letras se le hacen Blas de Otero como a Ismael Serrano se le hacían Machado…
Víctor Manuel escribió lo de «España, a veces madre, siempre madrastra» dieciocho años después de dedicar «Un gran hombre» al Generalísimo. Su contenido le daría problemas ahora con la Ley de Memoria Democrática. Es una buena regla en la vida: escribe cosas, hijo, que te den problemas en el régimen siguiente nunca en el vigente.
Víctor Manuel tenía en 1966 algo ya claramente pemánico, de compositor de himnos. Donde Pemán veía una patria que supo seguir «sobre el azul del mar el caminar del sol», Manuel verá después, ya con el PSOE, una «peregrina hacia ningún lugar», o una «paloma buscando cielos más estrellados donde entendernos sin destrozarnos». ¿Los del empíreo estrellado de la UE?
El «camisa blanca» se escribe en 1984 y demuestra lo que es un escritor de himnos. La perfecta captación del kairós, del instante oportuno: en la pomadita cogollística del puritito PSOE a tope de power y de entrar en la UE, enlazando la paralizante cursilería de la Transición y su libertad sin ira con el horizonte triunfal del 92 y el fin presupuestario de la historia.
Hay algo sutil, aunque no muy sutil, en ese vídeo del Museo del Prado. Mientras suena la canción, van circulando obras de nuestra pintura y se embadurnan, se calan de Ana Belén, y vemos unos inmigrantes españoles en el instante de partir, un abrazo, unas manos, nuestra historia bajo el signo del Diálogo; unos hombres abrazados en posibilidad sensual, gente doblando el lomo, campesinos, y mujeres, muchas mujeres, y hombres de rostro ilustrado, con la mirada serena, comprensiva y liberal de, casualmente, un director o incluso dos de la Institución Libre de Enseñanza; y rostros, más rostros, la historia de la pintura, las caras de España convertidas en hombres y mujeres, muchas mujeres, que nos miran libres, libres ya aunque rodeadas de patriarcado, como si hoy cobraran vida en un video clip de Ana Belén o en un anuncio emocionante. ¡Caras también un poco Campofrío! Es imposible no ver ya en las meninas o en los bufones de Velázquez la mirada de un probable votante del PSOE. Los rostros del Bien y la Luz del progreso de nuestra Historia, salvados de la Negrura… ¿no es eso la Cultura? ¿Lo bello que queda arrancado de la Superstición patriarcal y nacional?
El PSOE había interpretado la Historia de España como algo que nacía en el siglo XX; pero ahora, impulsado por la Ley de Memoria Democrática, con la gran pija historiográfica al aire, se permite ir más allá. Coge su arsenal cultural, su generación del 82, la bate y la espolvorea por la cultura española como si fuera un Miguelito de La Roda. Todas las caras de nuestro arte y nuestra historia no son ya batallas, logros, personajes, lugares, epopeyas, sino rostros liberándose, personas buscando coincidir con nosotros ahora, en un Hoy rabioso de libertad. No hemos de buscar comprenderlos porque son ellos, gracias a Ana Belén, bajo el maniqueísmo triunfal, el indulgente buenos y malos de esa canción, los que se nos aparecen, los que vienen a nosotros. Hay, de repente, una actualidad en sus ojos que no es exactamente la humanidad, sino la anabelenidad, el candor socialista. Miradas muy serias, como pidiendo responsabilidad al votar porque ha costado mucho llegar hasta aquí (no tuvo que sufrir nada el enano de Velázquez…). ¡Toda la pinacoteca en realidad tiene mirada sociata! Haber logrado esto, que nos demos cuenta de esto, puede ser la obra cumbre de Ana Belén y del 82… ¡Hacernos intransitable el Museo del Prado!
Meter el Museo del Prado en Ana Belén, y no al contrario. Qué genial violación de la pinacoteca.
Y dirán: modelo acabado. Bueno, pero bendito acabamiento, porque están sirviendo hasta el final y enlazando con lo que viene. Los de esa generación del 82 suben a la categoría de sellos, canonizados y entronizados. Dios los tenga con vida muchos años, pero cuando fallezcan, si el PSOE gobierna (o si gobierna el PP), ¿qué les van a dedicar? Si a Almudena Grandes le dieron la Estación de Atocha y la de Chamartín la tiene Clara Campoamor, ¿qué le dejarán a los demás? ¿Qué queda? Vienen problemas en el Panteón, ¡tendrán que hacer obras en el Parnaso! Tendría que haber un nuevo Estado de Obras, un boom de la infraestructura para hacer cosas grandiosas a la altura de estas glorias de nuestra cultura. Como no es probable, quizás La Castellana sea Avenida Miguel Ríos, y Las Ventas Plaza Joaquín Sabina, y el Museo del Prado tenga una nueva sala Ana Belén… ¿por qué no? Esto está más cerca de ser real que una exageración. Serán los grandes ángeles custodios de Nuestra Cultura, pero no con espada, no con «navaja, barro, clavel, espada», no, no con la rabia y los malo sueños, pero sí, sí con los labios que anuncian besos, según los versos de Aleixandre o quizás Miguel Hernández.
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