miércoles, 8 de enero de 2025

Garzón



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Al lado de las mentiras de la paz, las mentiras de la guerra son una risa. Por eso Garzón, el ex segundo de González que estudió inglés como para leer las consignas de “The Lancet”, se ha convertido en la unidad de medida de la seriedad... a la española. Por ejemplo:


-Seiscientos cincuenta mil muertos son un argumento suficiente para que esa investigación o indagación se aborde sin más dilación.


El artículo de fondo del ex segundo de González (“¡mi reino por el Nobel de la Paz!”) está tan ayuno de rigor como de sintaxis, pero, tratándose de Iraq, todo es bueno para el convento. Los muertos sólo son leña para la hoguera de ese auto de fe que el Santo Oficio Progresista urde contra Aznar, que no está amparado por la Doctrina de los Estigmas y sobre cuyas espaldas caerían todas las muertes acaecidas entre el Éufrates y el Tigris desde la de Abel. Seiscientos cincuenta mil muertos son, en efecto, varias Biblias e Hiroshimas juntas, aunque, puestos a contar, ¿por qué no alcanzar los seis millones, que siempre sonará más nazi? Por decirlo en una frase (las buenas frases son la verdad en números redondos):


-El vicio que aqueja a la derecha es el cinismo, y a la izquierda, la mentira.


Literariamente, el proceso contra Aznar (y contra Havel, claro, otro "genocida") sería tan agradecido como el de don Rodrigo Calderón, que hizo famosos a los jueces Corral -retratado por Velázquez-, Salcedo y Contreras: el bueno, el feo y el malo. Claro que el contemporáneo es otro humanismo, y lo de Aznar lo promueve Romero, un humanista condenado por siete faltas de lesiones, injurias y coacciones, no a un príncipe del capitalismo, sino a un tabernero y su cliente, anciano, que se negaron a secundar la huelga general del 20-J...  contra Aznar.


-¡Fascista, hijo de puta y cabrón! –gritó el humanista al tabernero-. Aquí se cierra por las buenas o por las malas. ¡Aquí se cierra por cojones!


Pepiño Blanco, que estudió hasta primero de Derecho en Santiago y le dio para tener un chalé en Madrid, se apunta a lo de Aznar. Yo me imagino ese chalé como el cigarral de Marañón, donde Unamuno leyó "San Manuel Bueno", y Lorca, "Bodas de sangre"... Puedo ver los estantes de la biblioteca gimiendo bajo el peso del Aranzadi y puedo oír sus crujidos mezclados con las toses graves -serias, españolas- de humanistas del humanismo de un Blanco, de un Romero o del ex segundo de González –a quien los libros atribuyen la sentencia latina “le voy a freír los huevos a Javier”–, resueltos a darle una lección a un señor bajito que tuvo el atrevimiento de ganarle a González en las urnas... y en el Google.