domingo, 6 de enero de 2019

Que trabaje Tezanos




Hughes
Abc

Eso que se ve a lo lejos es un presidente. Un presidente de vacaciones. Está justo al borde del océano en un extremo de la geografía española, en La Mareta (Lanzarote), una residencia para hombres y mujeres de Estado donde se repone de unos meses de intensa política de gestos. Allí ha viajado en el Falcon por 283 euros, como la estrella que es, acompañado de su familia y de su perra, Turca, junto a la que se ha dado un simpático y humano chapuzón.

Esta foto, que parece tomada por un satélite espía ruso, es lo único que tenemos del presidente. Parece que está bien. Estresado no se le ve. Quizás ha descubierto al paparazzi, pero se le nota de buen humor. Desde lejos se aprecia el dibujo de los pectorales presidenciales, resto quizá de sus tiempos de triplista. Es un presidente al que ha votado muy poca gente, pero que tiene tipo y no va a perderlo por horas de gabinete. Se empieza así y se acaba echando el culo de panadero de Winston Churchill.

Quien escribe estas líneas no ha conocido jamás a nadie que pasara dos semanas de vacaciones en Navidad como está haciendo Pedro Sánchez, explorando, bien exploradas, las posibilidades vacacionales e inmobiliarias del Estado. Doñana, La Mareta, aquel finde con los Killers y una maleta a la que ha ido añadiendo pegatinas de todos los países del mundo; es casi imposible que en estos meses en La Moncloa no se escuchara la frase: «Esta media legislatura, querida, para ti y para mí se queda».

Las últimas palabras laborales que dijo Sánchez fueron algo así como «continuaremos trabajando para tener presupuestos», pero del Gobierno y sus alrededores lo único concreto que hemos tenido es el último CIS de Tezanos, Profesor Bacterio de la sociología de cuya probeta siempre sale el Partido Socialista borboteante.

Pedro Sánchez está disfrutando de la presidencia con un furor de intruso, como si se le fuera a acabar mañana y lo siguiente fuera el destierro de toda moqueta, pero a la vez se le adivina la determinación y la capacidad de hacer lo necesario para durar todo lo posible. El contraste es a la vez simpático e inquietante, una mezcla de maquiavelismo y carpe diem que no está al alcance de cualquiera.